-
Fotografías:Germán Cabo
“Queremos una casita donde poder hacer la paella de los domingos y las torràs con los amigos. Una ducha al exterior, con agua caliente, donde poder ducharnos para quitarnos la arena de la playa. Y, por último, un sofá donde poder echarse la siesta mirando la televisión.”[…]
Hay pocos acontecimientos en nuestras vidas que no dejen huella escrita. Eventos, situaciones o costumbres, que son recordados por fotografías, con escritos a pie de página o en sus bordes, apuntes rápidos en un bloc de notas, bocetos en una servilleta de papel maltrecha de un bar esquinero cualquiera, y un largo etcétera. Sin embargo, ¡dos apuntes que apuntar!: el primero, que no todo tiene quedar registrado en un soporte físico, una fotografía por ejemplo, sino que también puede quedar “grabado” en nuestra memoria; lo segundo: estos acontecimientos-situaciones-costumbres nacen ligados a determinados espacios. Son estos, sin duda, los que más me han interesado a la hora de proyectar esta vivienda con carácter de casita.
La suerte que tuve, fue que los clientes empezaran a formular sus deseos en forma de acciones a re-vivir, y no en forma de programa (número de dormitorios, de aseos y de baños, de dónde y cómo querían el comedor, y de cómo, a veces ocurre, debe desalojarse el agua de las cubiertas). El propietario de “la caseta de la mar” la había heredado en no muy buenas condiciones y la quería re-formar para ser re-habitada. No le interesaba tanto lo que la vivienda pudiera tener, sino lo que en ella debía acontecer. Y así sucedió, que esa herencia, algo que comúnmente se piensa en términos materiales, se convirtió en una herencia de espacios, pues el deseo del mismo propietario no era otro que volver a re-unirlas condiciones espaciales que le permitiesen re-producir las acciones con las que había disfrutado: un fin de semana tras otro, unas vacaciones tras otras, con sus padres, hermana y amigos.
Así, las acciones que ocurren en esta casita, descubren y describen, mejor que nadie, su fondo y, aún más, los rasgos y gestos de sus propietarios y habitantes. Además, era bien sencillo: se trataba de proyectar una barbacoa que no fuera sólo eso; una ducha al exterior que no fuera sólo eso, y un espacio que en su medida longitudinal mirara al televisor y que, ¡adivina!, no fuera sólo eso. De esta forma, esta especie de dispositivos, la barbacoa, la ducha exterior y el sofá siestero, pueden funcionar de forma autónoma, dibujando y re-presentando ese término que tanta significación tiene: la palabra casita.
Con este fin, el proyecto se ha realizado mediante “arquitectura de fondo”: un símil a lo que se conoce como ruido de fondo. Ruido de fondo, al que no se le presta atención ni distinción, simplemente está, de forma predecible, ahí detrás, sonando sin cansancio, paseándose inadvertido. . Siempre me ha gustado catalogar los diferentes ruidos de fondo que caracterizan los lugares en los que he estado, son parte de su esencia, de su alma. Por este motivo, he querido re-des-cubrir esta vivienda mediante su arquitectura de fondo exprimiendo las características que su uso conlleva; porque haber querido proyectarla de otro modo hubiera sido un acto estridente, egocéntrico, fuera de con-texto.
Arquitectura de fondo, simple pretexto de nomenclatura, arquitectura que no se deja ver; arquitectura de estar, de ser, de las acciones que fueron y ahora quieren volver a ser.