En este artículo publicado originalmente en el tercer número de la revista rita, editada por redfundamentos, su autora Ana María Durán nos conduce a través de un breve transitar por el quehacer de la arquitectura contemporánea ecuatoriana: su punto de partida fue una crisis financiera profunda, que procreó intervenciones mínimas, de escasos recursos, y cuya trayectoria culmina con los excesos y despilfarros de un nuevo boom petrolero. Durán recalca los diferentes actores involucrados en este proceso; generaciones posteriores que dejan un legado que aboga por la responsabilidad del manejo de recursos, "hacer mucho con poco" y las nuevas generaciones, una generación con conciencia y herramientas que opta por el trabajo colectivo, poniendo los valores sociales sobre los individuales.
El país moroso, lento e inseguro que encontré luego de cinco años en el exterior, cuando corría el 2001, ese país en el que “no pasaba nada”, ya no existe. Ecuador se despertó de un sacudón el año de 1999, cuando a los ecuatorianos nos “congelaron” los fondos en sucres para derretirlos luego, a un quinto de su valor, en dólares estadounidenses. Enfrentamos quiebras, suicidios y un éxodo masivo. Se estima que unos 700.000 ecuatorianos abandonaron su país entre 1999 y 2001, cuando la población total alcanzaba los 13 millones. (1) Muchos más les siguieron en los años siguientes. No todos pudieron llevarse a sus hijos o pareja. Las familias se desmembraron y las remesas de los que se fueron contribuyeron a reactivar la economía ecuatoriana como segunda fuente de ingresos, superada tan solo por el petróleo.
Mucho con poco
Ese Ecuador, el del sacudón, dio a luz una generación que, además de consciencia, tuvo las herramientas necesarias para ejercitarla: las manuales y las informáticas. Vale la pena detenerse a observarla. Es la generación de Al Borde [1], un colectivo fundado por David Barragán y Pascual Gangotena –desde 2010 conformado también por Esteban Benavides y Malu Borja–, símbolo de la postura más representativa del quehacer arquitectónico nacional en el ámbito internacional. (2) Ambos coincidieron en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador en el año pivote de 1999 y ambos sintonizaron con los principios impartidos por el arquitecto y profesor madrileño radicado en Ecuador, José María Sáez [2], el tronco conceptual de esta vertiente. (3) Los tres son la punta de flecha, por lo menos desde el punto de vista de la visibilidad, de otros como ellos, portadores de un mismo legado que aboga por la responsabilidad en el manejo de los recursos sintetizada en el aforismo “hacer mucho con poco”.
Esta cultura arquitectónica diseña dentro de principios de economía de medios y aprovechamiento de recursos locales, valorando las culturas populares –su eficiencia y desempeño surgidos de la necesidad– y siguiendo procesos que buscan desvelar, en lugar de negar, el potencial de lo existente, a menudo descuidado o incluso despreciado a toda escala. Más que diseñadores de masas crudas, de estereotomías, como lo fueron los brutalistas que les precedieron, son descubridores de texturas y materiales, subyacentes en un espacio existente, dedicados a ejercer un brutalismo de la substracción: las texturas se extraen, se descubren y se hacen visibles. Muchas de sus obras son de rehabilitación/extensión –implosión o explosión– en sintonía con su propuesta de trabajar con lo que hay. Las obras nuevas están estrechamente ligadas con la idea de aprovechar al máximo los recursos que están a la mano, tanto naturales como culturales y humanos. Trabajar con lo que está a la mano inevitablemente nos devuelve a la arquitectura vernácula y su materia: el adobe, la caña guadúa, la paja toquilla, la madera, el ladrillo… Desde el punto de vista de la organización del diseño, estos jóvenes arquitectos prefieren asociarse en colectivos, enfatizando los valores sociales por sobre los individuales y el anonimato por sobre la autoría o cultura de autor –aunque existe un liderazgo evidente e inevitable en los procesos arquitectónicos–. Este sistema organizativo también se relaciona con el aprovechamiento máximo de los recursos tanto a la hora de diseñar como de construir: la unión hace la fuerza y en épocas de crisis es la única alternativa. Muchos de estos colectivos se levantan sobre sistemas de voluntariado afines con la tradicional minga, una forma de producción basada en la colaboración y la reciprocidad, común entre las culturas indígenas andinas, que se convoca primordialmente para construir.
Dentro de esta vertiente cabe mencionar, entre otros, a Taller Con lo que hay (Taller de diseño participativo con enfoque comunitario de la PUCE –Pontificia Universidad Católica de Ecuador – para niveles profesionales); ENSUSITIO Arquitectura (Cynthia Ayarza, Lorena Rodríguez, Erika Muñoz y Enrique Villacís Tapia); Christian Brown y Paola Meneses [3]; Jorge Javier Andrade, Jorge Mera y Daniel Moreno; (4) ERDC Arquitectos (Pablo Puente, Fernanda Esquetini, Claudia Ponce, Javier Mera y Juancho Ubidia) y RAMA Estudio [4] (Carla Chávez, Felipe Donoso y Carolina Rodas). Puesto que existen colectivos que trabajan de manera análoga a lo largo y ancho de Iberoamérica, estos equipos han entrado en sintonía con una red de espíritus afines que se ha ido estructurando de manera orgánica para compartir intereses comunes, como pautas de diseño con materiales reciclados; métodos de análisis de flujos de desechos –entendidos como recurso– y energía; y reinterpretaciones de los sistemas constructivos vernáculos y populares. Presentan afinidades con este grupo la española radicada en Ecuador Henar Díez Villahoz –muebles con reciclados– (5) y los ecuatorianos Jorge Ramón Giacometti [5]–arquitectura ensamblable, tipo gavión, de adobe– (6) y Macarena Chiriboga –arquitectura en bambú y otros materiales orgánicos, vegetales. (7)
Neo-tradicionalismo en Ecuador
Una vertiente relacionada con la anterior, puesto que comparte con ella un interés por los materiales y las técnicas constructivas de las arquitecturas vernáculas, tanto andinas como tropicales –de bosque tropical, bosque nublado y costa pacífica–, se traduce en un neo-tradicionalismo que busca resucitar, casi literalmente, las formas y los modos de construir ancestrales.
Es en la ciudad de Guayaquil donde ha surgido con más fuerza, aunque todavía sea una iniciativa marginal desde el punto de vista de la industria de la construcción, el clamor por recuperar los materiales y técnicas perdidos, acaso como respuesta a la brutal ocupación de la costa del Pacífico ecuatoriano, que ha sido colonizada primordialmente con estructuras convencionales de hormigón y subdivisiones de bloque de cemento, un sistema ubicuo e incuestionado, no necesariamente afín con el entorno tropical en el cual se despliega. Este renacimiento de lo vernáculo ancestral y sus materiales ha sido apoyado por la Academia. En la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, por ejemplo, se implementó un laboratorio de eco-materiales, liderado por Jorge Morán, que ha desarrollado paneles aglomerados con astillas de caña guadúa, capaces de resistir elevadas temperaturas, y otras patentes dentro de una gama de materiales alternativos y sistemas constructivos –algunos híbridos– que experimentan con el potencial de lo orgánico.
Los recursos no renovables o minerales se incorporan a la investigación únicamente cuando son necesarios, como elemento de ensamblaje, por ejemplo. Miguel Camino Solórzano, en la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, construye dentro de los mismos principios de recuperación de los materiales y técnicas que le son propios a la arquitectura tradicional de barcos y edificaciones en la costa ecuatoriana. Camino Solórzano ha centrado sus esfuerzos en desarrollar vivienda social con adobe y bambú, recuperando técnicas constructivas como el bahareque y la quincha, e incorporando sistemas estructurales de mampostería como el BTC. Un ejemplo del uso de estas tecnologías constructivas tradicionales mejoradas es la obra de Enrique Mora Alvarado [6], que fue acreedora del Primer Premio Internacional y Primer Premio Nacional en la categoría de Diseño Arquitectónico en la Bienal de Quito de 2014. (8)
Continuidad de una tradición regional moderna (distinta de un neo-modernismo)
En el giro de la década de los 30 ocurrieron cuatro hechos de interés para la historia de la arquitectura moderna de Ecuador. En 1940, Armando Acosta y Lara, en ese entonces Decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República, dictó una conferencia en Quito durante la cual anotó la necesidad de que se creara una escuela de arquitectura en la capital (9), se proyectara un plan regulador para la ciudad y se promoviera el desarrollo de un gremio de arquitectos. Un año antes llegó a las costas del país el arquitecto checoslovaco Karl Kohn, uno de los principales pioneros del movimiento moderno en Ecuador, preocupado también por la ausencia de una facultad de arquitectura en Quito.
Ese mismo año, en 1939, se inauguró el primer edificio conscientemente moderno, el Palacio del Comercio (Banco La Previsora/Hotel Humboldt) diseñado por la firma estadounidense Hopkins & Dentz para el Centro Histórico de Quito, con cuyos tejidos contrasta el estilo art déco de esta propuesta en altura. (10) Por último, siguiendo la estela trazada por Acosta y Lara, en 1941 llegó al país el joven arquitecto uruguayo Guillermo Jones Odriozola, a quien se le encargaría la creación de una Escuela de Arquitectura y el primer Plan Regulador de la capital ecuatoriana. Por motivos de salud, Odriozola tuvo que delegar gran parte de su trabajo a Gilberto Gatto Sobral, otro uruguayo, quien arribó al país en 1942 por invitación suya para poder organizar y dirigir el Plan Regulador, así como la Escuela de Arquitectura de la Universidad Central del Ecuador, creada en 1946. Esta abrió sus puertas en la ciudad universitaria en 1948 y fue elevada a la categoría de Facultad de Arquitectura y Urbanismo en 1959. (11)
La primera Escuela de Arquitectura del país, cabe anotar, se fundó en 1933 dentro de la Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas de la Universidad de Guayaquil, puerto principal del Pacífico ecuatoriano, como secuela del curso de arquitectura iniciado por el italiano Francesco Maccaferri en 1929. (12) Por la condición de curso que la arquitectura ocupó dentro de otras facultades y escuelas durante décadas, ha soportado una fuerte carga de la construcción e ingeniería. Hasta que se crearon las primeras escuelas modernas, se la había supeditado a curso de “decoración” de lo construido –una lacra que aún no logramos superar–. En el país es notoria la presencia de mera construcción sin espíritu arquitectónico, algo muy distinto del baukunst o arte de construir que proponen las disciplinas del diseño.
Es interesante que el modernismo quiteño, influyente en el país entero, se cimentara sobre una escuela moderna que ya era regional, la uruguaya y, más particularmente, según los preceptos de arquitectos como Odriozola, tan interesados en el organicismo de Frank Lloyd Wright, o el urbanismo de Lewis Mumford o Patrick Abercrombie, como en las cuatro funciones colectivas de la ciudad moderna o los cinco principios de la arquitectura delineados por Le Corbusier. (13) En Quito, la Facultad de Arquitectura nace con una necesidad urbana y, a su vez, el urbanismo moderno se desprende de Odriozola y, por tanto, de modelos derivados de una tradición urbanística británica con dejes de pintoresquismo, brochazos de modernismo y hasta ejes academicistas. Este modernismo paradójicamente ecléctico, al estilo híbrido de América Latina, experta en mestizajes, nació de una necesidad urbanística más que arquitectónica –la del Plan Regulador– y de una mirada paisajística, incluso territorial, sintetizada en la paráfrasis de Odriozola: “que –ciudad y arquitectura– surjan naturalmente de sus condiciones y del lugar, como una planta se levanta del suelo o como un cerro de piedra, entre sus estribaciones que lo atan, se asoma al paisaje." (14)
El modernismo quiteño emerge desde una mirada geográfica e histórica, de palimpsesto, muy alejada de cualquier aspiración a tábula rasa. Las referencias a la arquitectura colonial barroca y a la neoclásica republicana renacen, transformadas, en las primeras propuestas de una estética moderna. Y, como ocurre en toda América Latina, escultura, pintura y arquitectura se dan cita en sus manifestaciones edilicias a diversa escala y en la concreción de distintas tipologías. Varias veces se ha aseverado que América Latina nunca fue moderna en el sentido nórdico, donde la modernidad surgió de un modo de producción capitalista, industrial, de la línea de fábrica y la estandarización, como máquina para vivir, trabajar, circular y entretenerse. En el sur se la concibió como estética “aspiracional”, conjuradora de modernidad, pero elaborada a mano, desde la abstracción –a menudo figurativa– y asociada con vertientes políticas más bien marxistas que reivindicaban la función social de la arquitectura y el valor de la tecnología hecha a mano. Acaso podemos estirar el argumento para aseverar que el modernismo en América Latina nació post-moderno, con su collage de regionalismos e hibridaciones, su expresionismo, su organicismo y su interés inexpugnable por el contexto (¿Razón por la cual la región no se interesó mayormente en la crítica a la modernidad?).
La tradición moderna de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central se diluyó en la década de los 70, cuando más que diseño arquitectónico se impartía cátedra socio-espacial y ciencias políticas, pero fue recuperada a finales de los 80 e inicios de los 90 por arquitectos que la heredaron por partida doble: de sus padres –la mayoría son hijos de arquitectos egresados de la Universidad Central– y de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, la única existente en la capital hasta la creación de la FADA-PUCE, la primera facultad privada, en 1994. Si bien su trabajo no ha sido el más difundido en el exterior –no con suficiencia– es tremendamente representativo del quehacer arquitectónico de Ecuador, con su modernismo contextual, urbanístico y corporal, que mantiene vivos los principios heredados de una generación seminal, como la honestidad de los materiales, la incorporación de contexto y paisaje en la propuesta arquitectónica y el énfasis en el arte de construir; pero que dialoga con los avances de la arquitectura de vanguardia internacional.
La mayoría de estos arquitectos ha diseñado edificios bien cimentados en una tradición, sin dejar de innovarla al hacerla dialogar con el arte, como en el caso de Adrián Moreno y María Samaniego [7] en su Casa X, una propuesta tectónica, de ensamblaje, inspirada en la obra de Donald Judd; (15) o la música, como en los Lofts Explosante Fixe, de Andrés Núñez, cuyo interés por la deconstrucción del programa y la fluidez de la forma se evidencian en algunos de sus proyectos más experimentales para depurarse en los más sobrios, como el Archivo Pasivo [8] y la Residencia en La Viña [9]; o las intervenciones de MCM+A que han mantenido vivo el profundo conocimiento de la ciudad y su historia depositado y transmitido por Rubén Moreira: se expresa con gran belleza en proyectos como la extensión al Museo de la Ciudad [10], un recorrido que es paisaje, rampa, escalera, muro y avenida conforme su espiral en corte recupera la tipología de patio típica del modelo urbano colonial. (16)
Dentro de esta continuidad de una tradición arquitectónica moderna que se renueva cabría mencionar también a una de las mejores escuelas de Ecuador, la de la Universidad de Cuenca, cuya Facultad de Arquitectura y Urbanismo, fundada primero como escuela en 1954, ha graduado a algunos de los mejores profesionales del país, muchos de los cuales han decidido continuar sus estudios de posgrado en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB). El trabajo de Javier Durán y María Augusta Hermida [11] sobresale no solo como obra construida y presencia en la ciudad, sino también como producción intelectual mediante la enseñanza, la investigación y la producción editorial. Desde un punto de vista urbano –aunque su ejercicio arquitectónico, académico y editorial sea igual de notorio–, cabe destacar a Boris Albornoz [12], principal gestor de los proyectos de revitalización urbana, como El Barranco [13], que transformaron Cuenca entre 2004 y 2009. (17) Su “Intervención Urbana Integral en el Barrio 9 de Octubre” obtuvo un Premio Nacional en la BAQ 2010 y “El Barranco de Cuenca” se llevó una mención de honor.
La Fundación Municipal El Barranco y el GAD (Gobierno Autónomo Descentralizado) Municipal de Cuenca han continuado liderando los procesos de transformación urbana desde las potencialidades del diseño y se llevaron primera y segunda Mención Nacional en la BAQ2014 por la revitalización del Sector El Vecino y por el Parque de la Madre. Está también la huella de AyD (Arquitectura y Diseño: Pedro Samaniego, Augusto Samaniego y Edison Castillo) cuyas Casas Samaniego [15] obtuvieron un Primer Premio Nacional en la categoría de Diseño Arquitectónico en la BAQ 2010 por su propuesta seca de ensamblaje rápido con materiales pre-fabricados, ordinarios, a los cuales se les extrae el máximo potencial poético en un contexto boscoso de eucaliptos. Cabe mencionar dentro de los actores del quehacer contemporáneo de Cuenca a Carlos y Pedro Espinoza; a Juan Pablo Astudillo y Diego Proaño [18]; a Sergio Zalamea; y a Iván Andrés Quizhpe, cuya Casa de la Loma obtuvo una mención nacional en la categoría de rehabilitación y reciclaje en la BAQ 2014.
Desde el punto de vista académico, Cuenca ha jugado un papel preponderante en el país, adelantándose al resto de facultades en la definición y oferta de novedosos posgrados, tan necesarios ahora que la nueva Ley de Educación exige el cumplimiento de estándares mucho más elevados a docentes, estudiantes e instituciones. En este marco, cabe destacar la contribución de la Maestría de Proyectos Arquitectónicos de la Universidad de Cuenca que arrancó en 2005 y que ha graduado a más de 90 arquitectos a lo largo de sus tres ediciones. Estos profesionales trabajan a lo largo y ancho de Ecuador y en el norte de Perú, y han tenido un impacto notorio en diversos campos. Jorge Ordóñez, por ejemplo, lidera los proyectos de investigación urbana y Robinson Vega el laboratorio de caña guadúa, en la Universidad Santiago de Guayaquil. (18) La maestría ha dado diversos frutos, entre los que cuentan publicaciones sobre arquitectura moderna de Ecuador como los tres tomos de Miradas a la Arquitectura Moderna en el Ecuador y varias tesis que han servido de insumo a DOCOMOMO. Una tesis de investigación dirigida por Pablo León, Sergio Zalamea y Adrián Moreno obtuvo el premio a la investigación colectiva en la IX Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (BIAU). Los estudiantes y/o profesores de la maestría de proyectos arquitectónicos de Cuenca han ganado, en las últimas cuatro ediciones de la Bienal de Arquitectura de Quito, diez premios –lo cual no es poco y deja sentir el positivo impacto de este programa–. Otra contribución importante en este campo es la de Juan Pablo Malo quien, desde la dirección de la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Azuay, está innovando los modelos pedagógicos de la arquitectura. (19)
En Quito, comparten la tradición catalana de arquitectura sobria, limpia, apropiada y de gran factura el arquitecto José Miguel (Peque) Mantilla [16] y la pareja constituida por el ecuatoriano Esteban Jaramillo y la brasileña Christine Van Sluys [17]. Están también los arquitectos que heredaron la tradición moderna de diseño y construcción en los talleres y estudios de sus padres o tíos, pero que estudiaron arquitectura en otros países, primordialmente EEUU. Arquitectos como Lucas Correa [19], quien está culminando sus primeras obras, claramente enraizadas en la modernidad; o como Gonzalo Díez y Felipe Muller, cuyas casas [14] integran lo rústico con lo moderno, o reinterpretan precedentes canónicos como la Casa Farnsworth o la Casa de Cristal; o Rafael Vélez Mantilla, que ha renovado la práctica de RVC, cuya amplia trayectoria no ha mermado en intensidad a lo largo de casi medio siglo, con proyectos como el Centro Comercial Artesanal Quitus, cuya propuesta tipológica hibrida los programas de un mercado artesanal con aquellos de un centro comercial –conforme los artesanos buscan abrirse espacio en la ciudad y desarrollar competencias comerciales– desde la imagen de un tejido colorido, cuya urdimbre dinámica, re-interpretada en metal, da nueva vida –moderna– a una cultura ancestral andina.
Un nuevo actor en la arquitectura contemporánea de Ecuador es Roberto Burneo [20] [21] quien, después de trabajar diez años en Nueva York, ha regresado para construir obras de un perfeccionismo japonés, con carpinterías detalladas al milímetro, con el cuidado que un coleccionista de muebles ha sabido dedicarle a cada ensamble. Desde el racionalismo, es imposible no mencionar a una de las principales incursiones de la generación emergente en el quehacer arquitectónico nacional: Christian Wiese y John Dunn [22] ganaron un concurso nacional con su proyecto para la sede de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Ecuador, poco después de haberse graduado, con una propuesta factible, ejecutable en plena crisis (2001). Con la FLACSO arrancó una carrera próspera para Wiese, quien levanta ahora algunas de las torres más altas del país y diseñó la nueva biblioteca para la misma institución académica.
Descentralización de la arquitectura ecuatoriana
Uno de los fenómenos más interesantes del Ecuador contemporáneo es una evidente descentralización que ha desafiado la hegemonía del triángulo tradicional de dominio cultural cuyos vértices se ubican en Quito, la capital; Guayaquil, el puerto principal; y Cuenca, un epicentro intelectual. De repente, aparecen en el mapa, y por el mérito de sus obras, centros urbanos medianos y pequeños, marginados durante siglos o décadas, como Loja, Babahoyo, Puyo, Tena y Coca (Francisco de Orellana). Esta súbita centralidad de los márgenes está relacionada, innegablemente, con las políticas de descentralización que ha promovido el estado ecuatoriano en la última década, pero también con el espíritu global e interconectado de arquitectos como los hermanos Espinoza y José Fernando Gómez [24], quienes inicialmente migran para estudiar en los centros nacionales y, desde allí, se proyectan hacia otras fronteras, para luego destilar lo aprendido en sus localidades. En este proceso, mediante encargos del sector público, han participado también extranjeros, como los catalanes Maximià Torruella y Patricio Martínez (PmMt), quienes, desde Barcelona, han ido construyendo una práctica global basada en el diseño y la construcción de equipamientos sanitarios paramétricos, cuyas tipologías se definen como sistemas adaptables a diversos usos y lugares, en vez de congelarse en tipos inflexibles que colonizan el espacio sin tomar en cuenta sus particularidades naturales y culturales. Su Hospital paramétrico de Puyo representó a Ecuador en la última Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo [23].
La propuesta de desarrollar Ejes Patrimoniales del penosamente desaparecido Ministerio de Patrimonio, conceptualizada por Jacobo Herdoíza –actual Secretario de Territorio, Hábitat y Vivienda de la ciudad de Quito–, se tradujo en proyectos de rehabilitación urbana sumamente exitosos en algunos asentamientos de la Amazonía ecuatoriana, cuyo origen es entrópico, producto colateral de la extracción petrolera. De esta iniciativa decantó el Parque Central del Coca, diseñado por MCM+A (2010-2012). También es diseño de este prolífico grupo de arquitectos el Museo Centro Cultural de Orellana (MACCO) [26]: una secuencia de espacios abiertos, semi-abiertos y cubiertos que introducen al visitante en las diversas capas de ocupación cultural de la selva ecuatoriana. Su “planta baja libre y transparente se enlaza con una rampa peatonal semi-abierta que va guiando verticalmente al visitante hacia los espacios museográficos, las salas de exposiciones, la biblioteca y, al final del recorrido, hacia la cafetería con una franca y mimética relación visual con el río Napo, principal actor natural de la ciudad y su entorno”. (20) Este museo contendrá la famosa Colección “Cicame” recogida por los misioneros capuchinos en las últimas tres décadas; reveladora de la riqueza cultural de una de las más antiguas poblaciones de la región amazónica. En este mismo asentamiento se levanta la Casa Albergue, una vivienda temporal para indígenas que por sus múltiples méritos fue acreedora del Primer Premio en el Concurso Mundial de Hábitat Social y Desarrollo de la BAQ 2014. La Casa Albergue [25] fue promovida y gestionada por la Fundación Alejandro Labaka y el padre Miguel Ángel Cabodevilla, del Vicariato de Aguarico, conocido por su cercana relación con los Wuaorani, los Kichwa y los Shuar, a quienes acoge cuando visitan El Coca.
El proyecto es un interesante híbrido de casa de patio andaluza y cabaña tropical moderna que se levanta del piso para rodear una pequeña selva. El desarrollo del programa arquitectónico supuso un detallado análisis antropológico que permitiera responder adecuadamente “a la organización social propia de estas culturas: el clan” y es capaz de alojar simultáneamente a tres o cuatro etnias con sus 40 camas y espacios comunes. (21) Varias actividades culturales y educativas se realizan en sus talleres, corredores y patios, cuyos espacios alojan una Escuela de Liderazgo para indígenas y campesinos. Desde el punto de vista medioambiental, el proyecto responde a las elevadas temperaturas y niveles de humedad del trópico mediante un correcto diseño bioclimático: la ventilación cruzada se facilita mediante la inserción de celosías o chazas bajas y altas, y la inserción de elementos que ofrecen protección del sol. El patio central refresca el ambiente con su vegetación nativa a la vez que opera como chimenea de succión. La cubierta está compuesta por dos pieles, generando una cámara capaz de succionar y disponer del aire caliente. Los filtros de las celosías contribuyen a desviar los rayos solares. Los pisos tipo deck evitan obstaculizar los flujos de agua y aire. El buen diseño y funcionamiento de la Casa Albergue ha permitido prescindir por completo de sistemas de climatización mecánicos, como el aire acondicionado.
En el otro extremo, el de la institución pública, nos encontramos con la propuesta de Espinoza Carvajal para el Edificio Administrativo GAPO de la ciudad Francisco de Orellana (El Coca), cuyo diseño aborda la problemática de implantar un edificio administrativo en medio de la selva mediante la integración de un sistema de pantalla de hormigón, pantalla de aluminio y pantalla vegetal –tres pieles que contribuyen a controlar la temperatura e incidencia solar, pero no logran prescindir de un sistema mecánico de aire acondicionado, un reto superior cuando se manejan grandes volúmenes y programas arquitectónicos complejos. (22)
Por otra parte, las Islas Galápagos, sobre cuyos asentamientos ejerce una enorme presión la industria del turismo, son escenario de algunos de los experimentos más interesantes en términos de sustentabilidad, sobre todo desde la perspectiva de la incorporación de matrices descentralizadas de energía alternativa, manejo de aguas lluvia y reciclaje de desechos. El aeropuerto Seymurm en la Isla de Baltra, ideado y construido por la Corporación América, recibió el primer Leed Gold del país por su diseño bioclimático, su apoyo en la energía solar y eólica, y su aprovechamiento de agua de lluvia. En el contexto del desarrollo privado comienzan a verse propuestas más responsables con el medio ambiente, como la “Casa en Galápagos” del Colectivo LAPIS, cuya ubicación aislada en Santa Rosa, la zona rural y elevada de la Isla Santa Cruz, obliga a diseñar dentro de una óptica de autonomía e integración entre paisaje y arquitectura.
Lee la segunda parte aquí.
Notas
- (1) LARREA MALDONADO, Carlos. Pobreza, Dolarización y Crisis en el Ecuador. Quito: Abya Yala, 2004.
- (2) Ver DURÁN CALISTO, Ana María. “Al Borde, pero no Al Margen” en Revista Clave, Quito, sept.-oct. 2010 y “Un establo, un ordeño” en Revista Clave, Quito, marzo-abril 2013.
- (3) Ver DURÁN CALISTO, Ana María. “José María Sáez” en Revista Clave, Quito, mayo-ju- nio 2012.
- (4) Ver DURÁN CALISTO, Ana María, “Sendero y mirador en la laguna del Quilotoa”, en 30 60: cuaderno latinoamericano de arquitectura. Cór- doba, agosto 2014.
- (5) Ver DURÁN CALISTO, Ana María, “Henar Diez Villahoz: Arquitectura y diseño participa- tivo” en Revista Clave. Quito, junio-julio, 2014.
- (6) Ver DURÁN CALISTO, Ana María, “Un nuevo sendero en el diseño ecuatoriano” en Revista Clave. Quito, febrero-marzo 2014.
- (7) Ver DURÁN CALISTO, Ana María “Macarena Chiriboga Vela: arquitectura vegetal” en Revis- ta Clave. Quito, febrero-marzo, 2011.
- (8) Ver MOYA PERALTA, Rómulo; MOYA, Ro- lando; PERALTA, Evelia; “Casa Convento”, en Revista Trama N. 128. Quito, febrero 2015.
- (9) Dentro de la Escuela de Bellas Artes de Quito (1904) se dictaba un curso de “arquitectura moderna” desde inicios del siglo XX. La en- señanza de la arquitectura estuvo supeditada a la de otras disciplinas (arte, ingeniería civil, construcciones, ciencias matemáticas y físicas) hasta que se conformaron escuelas dedicadas exclusivamente a impartirla.
- (10) Los primeros ejemplos de construcción en acero, hormigón y vidrio se erigieron en Guaya- quil, desde finales del siglo XIX.(11) DEL PINO, Inés (Ed.). Quito, 30 años de arquitectura moderna 1950-1980. Quito: FA- DA-PUCE y Ediciones TRAMA, 2004.
- (12) Ver DURÁN CALISTO, Ana María. “Floren- cio Compte: Entre agua y fuego“, en Revista Clave. Quito, noviembre-diciembre, 2013
- (13) COBAS, Martín. “La mirada distante: Jones Odriozola y una modernidad en route” en CO- RREA, Felipe. Una Línea en Los Andes. Cam- bridge: GSD-Harvard, 2012.
- (14) Jones Odriozola citado por COBAS, Martín en “La mirada distante: Jones Odriozola y una modernidad en route”, en CORREA, Fe- lipe. Una Línea en Los Andes. Cambridge: GSD-Harvard, 2012.
- (15) Ver DURÁN CALISTO, Ana María, “Casa X” en Revista 30-60 cuaderno latinoamericano de arquitectura. Córdoba, mayo 2012
- (16) Ver DURÁN CALISTO, Ana María. “Exten- sión del Museo de la Ciudad: Contempora- neidad Contextual“ en Revista Clave, Quito, marzo-abril 2014.
- (17) Ver DURÁN CALISTO, Ana María. “Boris Albornoz: de ladrillos, ciudades y libros” en Re- vista Clave. Quito, octubre 2010.(18) Fuente: María Augusta Hermida, contacto personal.
- (19) Ídem
- (20) Memoria proyecto MACCO, cortesía de MCM+A.
- (21) Memoria proyecto Casa Albergue, cortesía de MCM+A.
- (22) Memoria proyecto Edificio Administrativo GAPO de la ciudad Francisco de Orellana, cortesía de Espinoza Carvajal Arquitectos.
Arquitectura contemporánea de Ecuador (1999-2015): el florecimiento de una crisis (Parte II)
En este artículo publicado originalmente en el tercer número de la revista , editada por redfundamentos, su autora Ana María Durán nos conduce a través de un breve transitar por el quehacer de la arquitectura contemporánea ecuatoriana.