"De acuerdo a su pensamiento, las ciudades debiesen ser arrasadas con una aplanadora y reconstruidas nuevamente –esta vez con “bloques de juguete” gigantes a una escala tremenda y totalitaria. Le Corbusier fue un maestro en mostrar abstracciones totalmente toscas que ignoraban las relaciones sutiles y más profundas. Obsesionado y seducido por sus propias abstracciones, él no lograba ver, o bien deliberadamente ignoraba, la riqueza y sutileza de los edificios tradicionales, la clase de relaciones orgánicas sutiles que su arquitectura mecánica y cristalina nunca podría crear".
El siguiente es un extracto del capítulo “9: Fundamentalismo geométrico” del libro “Una teoría de la arquitectura” (2006), por Nikos A. Salingaros y Michael W. Mehaffy. El libro explica las teorías desarrolladas por el matemático y arquitecto Nikos Salingaros -basándose en la tradición arquitectónica y utilizando las más avanzadas teorías científicas- sobre porqué y cómo construir edificios adaptados a las necesidades del ser humano por medio del entendimiento de la estructura subyacente de los elementos “con vida”; en oposición a la caprichosa y alienante arquitectura contemporánea.
* Traducción por Francisco Contreras Chávez
En la historia de la teoría de la arquitectura, un texto resalta de forma polémica en su apoyo al fundamentalismo geométrico: el libro de Le Corbusier de 1923 “Hacia una nueva arquitectura”. Aquí es donde la geometría del modernismo estuvo mejor articulada, y donde tuvo su origen el plan para crear dispersión urbana, implementado de forma tan meticulosa en los años de posguerra. Aquí, en dibujos detallados y apasionados argumentos, están las amplias carreteras, dispersos polígonos de oficinas, torres de concreto como “cajas de zapatos” y edificios de retail con forma de caja, puestos a una gran distancia de la calle.
Hacia una nueva arquitectura es, innegablemente, un hito en la arquitectura y urbanismo del siglo veinte. Aun cuando este libro es utilizado en casi todas las universidades como un libro de texto sobre teoría de la arquitectura, no proponemos leerlo como un libro serio, sino como un manual de propaganda para destruir la coherencia arquitectónica y urbana. En la misma manera, el libro Mi lucha de Adolf Hitler es ampliamente leído en universidades, no como una referencia racional sobre política y gobierno, sino (sin considerar la reacción negativa que pudiese tener cada uno) como manera de entender como el autor fue capaz de manipular una nación de tal manera que destruyó Europa y llevó a cabo el holocausto.
El Plan Voisin de Le Corbusier (llamado “una ciudad de torres” en su libro), muestra el centro de París destruido y reemplazado con enormes edificios en altura. La imposición de una idea abstracta simple, poderosa y casi autoritaria (torres, notoriamente para abstraer a la persona del ruido, los olores y el polvo) corta las relaciones urbanas, la red de interconexiones que tejen la trama urbana de una ciudad y la hacen parte de la vida humana. Mientras que la intención de limpiar callejones oscuros e insalubres era positiva, estos cambios radicales no habían sido nunca probados. Aun así un enorme experimento fue llevado a cabo sin ningún control (en muchas otras ciudades) en miles de vidas. La geometría monolítica propuesta, cuando fue aplicada, borró una intrincada red conectora y la remplazó por una no-jerarquía muy simple. Haciendo esto, destruyó tanto la complejidad como la vida.
El antropólogo arquitectónico suizo Nold Egenter, resume de forma correcta nuestro análisis: “¡imagina la ciudad de París hoy en día con el plan de Le Corbusier llevado a cabo!, un desierto mortal. Los turistas no vendrían nunca más a París”. Curiosamente Adolf Hitler, también un maestro de la propaganda con pretensiones arquitectónicas, quiso destruir París en 1944.
Esta gran abstracción (que fomenta la desconexión) es la idea principal del modernismo, y su principal falla. Existe a todo nivel, desde la escala urbana a los edificios, a través de todas las escalas hasta llegar a los ornamentos individuales y el detalle. Bajo este régimen, las relaciones orgánicas complejas de la vida y el mundo son totalmente mutiladas. En 1923 Le Corbusier era un hombre claramente seducido por las ideologías simplistas y totalitarias que estaban enraizándose en ese entonces en la sociedad. Sucumbió ante las geometrías simples y abstractas que vio en la maquinarias reduccionistas que le rodeaban, diciendo: “La estética del ingeniero y la arquitectura son dos cosas que van de la mano y se complementan: una de ellas está a su nivel máximo, la otra en un lamentable y retrogrado estado… El ingeniero, inspirado por la ley de la economía y gobernado por la precisión matemática, nos pone a tono con la ley universal. Él logra la armonía.” (Le Corbusier, 1927: página 11).
Las palabras de Le Corbusier a simple vista parecieran apoyar el punto de vista de este libro; pero lo que propone para la arquitectura y el urbanismo hacen precisamente lo contrario. Siguiendo las tácticas de un gran propagandista, dijo cosas que sonaban posibles e incluso atractivas, con el fin de promocionar una agenda. Una geometría cruda y primitiva lo cautivó: ciertamente ni siquiera tan sofisticada como las matemáticas y las ciencias en el comienzo de la civilización. El confundió la apariencia superficial de las soluciones técnicas con el progreso. El fundamentalismo geométrico no es un avance iluminado, como algunos se imaginaron, sino un apego reaccionario a las abstracciones geométricas puras de Euclides, Pitagoras y los antiguos egípcios: “La arquitectura gótica no está fundamentalmente basada en conos, cilindros y esferas. Solo la nave es una expresión de una forma simple, pero aun así es una geometría compleja de segundo orden (arcos intersectantes). Es por esto que una catedral no es muy bella y que solo buscamos en ella una compensación de tipo subjetivo fuera de las artes plásticas. Una catedral nos interesa como la respuesta ingeniosa a un problema complicado, pero un problema en el cual sus postulados han sido enunciados muy mal, ya que no provienen de las grandes formas primarias” (Le Corbusier, 1927: página 30).
¿Una catedral no es algo bello? ¿Entonces que es bello? Le Corbusier explica: “y así, tenemos los elevadores de cereales e industrias estadounidenses, los magníficos PRIMEROS FRUTOS de la nueva era. LOS INGENIEROS ESTADOUNIDENSES SOBRECOGEN A NUESTRA CADUCA ARQUITECTURA CON SUS CALCULOS” (Le Corbusier, 1927: página 31).
Esta es la gran idea que separa todos los residuos y prepara para la nueva era: la era de la máquina. Por supuesto que estos residuos incluyen a todas las creaciones de la humanidad alrededor del mundo y construidas por milenios. Estos debían ser reemplazados por edificios que imitasen a los elevadores de cereales de Estados unidos. Para nosotros es obvio ahora que las máquinas de 1920, que Le Corbusier admira e ilustra en su libro, son bastante toscas vistas desde cualquier estándar posterior. Pero Le Corbusier está completamente seducido por ellas, tanto que de hecho las considera superiores a las realidades que toscamente reflejan. Este es un impactante y extremo ejemplo de un fenómeno que Whitehead1 llamó “la falacia de la concreción mal ubicada” – una idolatría a las abstracciones al punto en que uno pierde la conexión con la realidad concreta más rica y compleja que estas representan. La abstracción reemplaza a la realidad.
Es fácil ser capturado por abstracciones tan simples, hechizantes y fuertes como esta. Vamos inteligentemente hacia adelante, dice Le Corbusier, en su programa para imponer estas abstracciones simples en el mundo a una escala masiva. Su propuesta para París no muestra piedad con los sutiles matices y complejidades de la vida humana, solo desprecio. De acuerdo a su pensamiento, las ciudades debiesen ser arrasadas con una aplanadora y reconstruidas nuevamente –esta vez con “bloques de juguete” gigantes a una escala tremenda y totalitaria. Le Corbusier fue un maestro en mostrar abstracciones totalmente toscas que ignoraban las relaciones sutiles y más profundas. Obsesionado y seducido por sus propias abstracciones, él no lograba ver, o bien deliberadamente ignoraba, la riqueza y sutileza de los edificios tradicionales, la clase de relaciones orgánicas sutiles que su arquitectura mecánica y cristalina nunca podría crear.
En retrospectiva, es impresionante el grado en que el programa de Le Corbusier fue tan exitosamente implementado en una escala global. ¿Cómo ocurrió esto? ¿Quién fue Le Corbusier? Charles Edouard Jeanneret Gris era un arquitecto suizo desconocido trabajando en París, que se ganaba la vida principalmente vendiendo publicidad en su periódico “El espíritu nuevo”, donde publicó todo lo que quiso, y luego recopiló estos artículos sin referencia en sus libros. Después de que adoptó el seudónimo de Le Corbusier la gente comenzó a prestar más atención a sus ideas arquitectónicas y urbanas. Él estuvo ahí en el preciso momento en que el mundo occidental necesitaba desesperadamente un “nuevo mundo”, una utopía. Sus ideas fueron serviles al brutal nuevo industrialismo. Le Corbusier y los demás pioneros modernos estuvieron felices de apoyar al fervor revolucionario de aquellos tiempos, incentivándolo a barrer con todo vestigio del pasado.
[1] Alfred North Whitehead (1861-1947) fue un filósofo y matemático inglés creador de la llamada “filosofía del proceso”. Postulaba que la realidad es un proceso construido por acontecimientos en vez de sustancias, de manera que no podríamos definir estos fuera de sus relaciones con otros eventos.
- Parte 1: Fundamentalismo geométrico: una arquitectura de la desconexión
- Parte 2: Fundamentalismo geométrico: un ataque a la arquitectura tradicional
* Lee más artículos de Nikos Salingaros aquí.