Preexistencias
El terreno se ubica en una ladera norte del valle precordillerano del río Mapocho. Enfrenta al Valle del Santuario de la Naturaleza hacia el norte y tiene vistas despejadas al Cerro Pochoco y los montes La Paloma y El Altar. En el sitio, dos agrupaciones de pinos, algunos almendros dispersos y un espino, destacan entre la vegetación natural de la ladera.
El proyecto se origina de las particularidades del territorio, su pendiente (15 grados), su vegetación, sus vistas, y de los requerimientos del cliente, un hombre soltero, quien permitió redefinir el programa tradicional de la vivienda unifamiliar a una vivienda unipersonal desde donde alejarse de la ciudad y vivir en una relación próxima con el paisaje precordillerano.
La topografía se ve interrumpida por un plano horizontal de 8 x 36 mts. dispuesto en sentido norte sur, contrario a la cota de la pendiente. Sobre esta plataforma se organizan los lugares más expuestos, bajo ella, los más íntimos.
La plataforma genera una superficie estable y continua que permite extender sobre ella el modelo de habitar a las inmediaciones exteriores: una habitación para invitados, un patio, un pabellón, una terraza y un estanque de agua, ocupan en secuencia su largo total.
La habitación para invitados hace de contención del terreno y sirve, desde su cubierta, como acceso al nivel principal que define la plataforma.
El patio, una superficie pesada que se eleva 70 cm. sobre el nivel de la plataforma, está definido por la base de un espino preexistente. Bajo la sombra del árbol se dispone libremente una colección de cactáceas donde las aves pueden bajar a tomar agua.
El pabellón es un recinto acristalado bajo una cubierta liviana de cielo oscuro. Es un espacio más o menos vacío, que se puede ocupar de varias maneras, contiene equipos con los cuales cocinar, una mesa y muebles confortables. También cuenta con algunas superficies que aceptan colecciones de cosas, que son las extensiones naturales, o tentáculos, del estilo de vida del habitante. Desde aquí, la mirada se dirige a través del cristal hacia la cordillera, hacia la profundidad del valle, hacia los pinos, hacia los exteriores inmediatos, es decir, el sentido de la vista posee de manera concreta todos los campos de visión dentro del territorio.
El pabellón tiene un tamaño tal que cuando el habitante está solo puede descubrir una sensación de territorio privado, mejor aun si es un día de lluvia. El pabellón acepta el sol pero lo controla mediante aleros y cortinas. Dos ventanas correderas, hacia el norte y hacia el sur, permiten una ventilación fluida del pabellón con el viento que sube por el valle. Estas correderas, la continuidad de las superficies del suelo, y la prolongación de los aleros, acentúan la extensión del interior hacia el exterior.
La terraza y el espejo de agua, abren por completo el paisaje descolgándose sobre la pendiente. El agua refleja la luz en el cielo del pabellón y permite refrescarse en las altas temperaturas del verano.
Bajo la plataforma, descendiendo desde el pabellón, se organizan en un circuito continuo: una cama, un baño, un guardarropas, una biblioteca y un baño para visitas, todos dispuestos en torno al vacío (lleno) que define el perímetro del estanque de agua. Estos recintos contrastan con la apertura del pabellón superior al estar contenidos por muros gruesos de textura rugosa. Aquí los encuadres hacia el paisaje son más focalizados: una ventana larga que permite ver la salida del sol desde la cama, un ventanal que penetra visualmente por el valle hacia el norte, y muros sin vistas hacia la ciudad al poniente, manejan de manera más controlada la distancia entre estos espacios más íntimos y el paisaje.
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Planimetria //