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Arquitectos: Mario Figueroa, Lucas Fehr y Carlos Dias
- Área: 10900 m²
- Año: 2009
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Fotografías:Nico Saieh
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Proveedores: AB Kupfer, Cintac®, Design S.A., GLASSTECH, Instapanel, KOLFF, Limarí Lighting Design, Phenoli Core de Metpar, Tecpro
Por Paulina Jarpa García-Vinuesa
Al concursar, los arquitectos se plantean el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos como un lugar de carácter no lineal en el tiempo, ni en la incorporación de la imágenes de parte de la historia de Chile, un espacio que cobije y transmita conocimiento de manera universal e imparcial; un paralelepípedo esbeltamente rectangular que se posa, de manera apaisada y apoyándose de su sección más delgada, delicadamente en sentido Oriente-Poniente sobre una base que lo sustenta con un bello sentido semántico: dejar fluir la vida desde la Cordillera al Mar de nuestro flaco país, teniendo siempre presente el recorrido de nuestro propio soleamiento. Un espacio que además de entregar la posibilidad de crear distintas atmósferas y marcos físicos o mentales, invite a evocar y reflexionar.
A nivel territorial, tienen absolutamente claro que el espacio público, sobre todo referido al casco antiguo de la ciudad (Santiago Centro), se entiende como aquel no construido, al configurado por la ocupación perimetral de la manzana. Y respetan este orden, proponiendo una nueva forma de componer este microespacio urbano, utilizando los recursos: Barra y Base.
La primera, el gran contenedor de nuestra historia, de la información, lo elevado, lo interior, lo liviano el espacio museológico, lo que es soportado. La segunda, lo que aloja la producción, el subsuelo, lo profundo, los estudios, los conocimientos, el apoyo, la solidez, lo administrativo, lo museográfico, el área que contiene las actividades de extensión, el soporte, lo que sustenta.
Las circulaciones se ordenan en los bordes de la Barra, ubicándose en los vértices estructurales del volumen en todo su alto; aquí también conviven áreas húmedas y de apoyo. Esta zona de la Barra recibe iluminación cenital, que al penetrar a través de los paneles laterales de vidrio que conforman y separan la circulación, la transforman en más luz. A consecuencia de esto, en el interior mismo de la Barra, se generan importantes superficies verticales y cajas de vidrio, que sumadas como una armónica masa de cristal, se constituyen como el soporte de la muestra del Memorial.
El ejercicio Barra-Base que realizan los autores para gestar la obra, sin lugar a dudas, tiene notable influencia de la arquitectura paulista; y esto se ve reflejado y materializado en un austero volumen envuelto en una verdosa y permeable membrana horadada de cobre, que se posa suavemente en dos puntos de su opaca base estructural de concreto, permitiéndole al edificio flotar elegantemente sobre sus apoyos y, a su vez, salvar luces importantes. El efecto de transparencia que logra el edificio desde dentro hacia afuera, a través de la solución cristal y envolvente de cobre, es verdaderamente reconocible, sobre todo por la noche: el edificio se transforma en una esplendida lámpara urbana que descansa recostada sobre la plaza, tal como deben estar haciéndolo, en este momento, nuestros cientos de almas desaparecidas.
La explanada que soporta al MMDDHH, es el elemento que como vacío micro-urbano, nos permite obtener la perspectiva suficiente para contemplar y aproximarnos al edificio recorriéndolo, casi siempre, en su totalidad.
La Barra es quien definitivamente marca la orientación de la obra, ya que se emplaza, tomando como referencia su lado más largo, su costado “Barra”, en sentido paralelo a las calles Santo Domingo y Catedral, fachadas Norte y Sur, respectivamente; y enfrentado con su fachada Poniente calle Matucana y la estación del Metro Quinta Normal y el Parque. Fachada Oriente, mira hacia la cordillera. Posteriormente y en una segunda etapa, el deslinde Norte de la edificación, será también el proyecto de las oficinas del Ministerio de Educación del Centro Matucana.
* Extracto del artículo publicado en la edición Nº32 de Cuaderno Latinoamericano de Arquitectura 30-60, páginas 56 a 71, edición 2012.