
Las ciudades contemporáneas son vibrantes, complejas y están en constante evolución. Pero sobre todo, son cambiantes, mutables y diversas. ¿Qué cambios transformadores se están produciendo y hacia dónde nos conducen? La urbanización sigue cobrando impulso en muchas regiones del mundo, generando cambios visibles y estructurales. A medida que esto sucede, comienzan a surgir datos sobre la evolución de su configuración y los desafíos que enfrentamos. Según el Banco Mundial, la población urbana seguirá una tendencia al alza, concentrándose el 90% de los nuevos residentes urbanos en África y Asia. Este crecimiento plantea cuestiones esenciales: ¿Cómo podemos consolidar un enfoque de diseño que garantice un acceso equitativo a espacios, recursos y servicios? ¿Cómo hacer que las metrópolis emergentes y consolidadas sean más inclusivas y accesibles?
La configuración de muchas ciudades suele generar barreras que dificultan la participación de todas las personas en su dinámica, como fisuras en la atmósfera urbana que afectan la cohesión y la inclusión. El rápido crecimiento de la población adulta mayor y el hecho de que más de la mitad de las personas con discapacidad residan en zonas urbanas acentúan aún más esta realidad. Para 2050, el número de personas de 65 años o más duplicará al de los menores de cinco años y casi igualará al de los menores de 12 años.

Las atmósferas urbanas, en su conjunto, forman una red de conexiones interdependientes. Cada elemento contribuye a un sistema que debe integrarse continuamente en un modelo cohesivo, que se extiende desde el paso peatonal hasta la azotea de un edificio. Desde la puerta hasta el siguiente punto de la cadena urbana, incluyendo las aceras y el interior de los edificios, se configura un conjunto cohesionado: una ciudad que, ante los continuos cambios demográficos y sociales, demanda nuevas estrategias de diseño para favorecer la accesibilidad y la inclusión. ¿Podría fragmentarse el sistema a corto y largo plazo si no tiene en cuenta la diversidad de las personas?

Más allá del modelo estándar de adultez
A mediados del siglo XX, Le Corbusier desarrolló su prototipo antropométrico, el Modulor. Sin embargo, algunas perspectivas han cuestionado su representación de la escala humana, señalando que se basa en un hombre joven, adulto y sano. Más que una crítica a la visión de Le Corbusier, esto evidencia cómo, a nivel social, aún no se había adoptado un enfoque universal que considerara factores clave como el género, las condiciones físicas y la edad, entre otros, en la configuración de nuestro entorno.
La incorporación de perspectivas más integradoras en el diseño reconoce que la experiencia del espacio varía en función de factores como el sexo, la edad, las capacidades físicas y las condiciones cognitivas o emocionales. Las ciudades que han adoptado enfoques urbanísticos con perspectiva de género, por ejemplo, han identificado formas de mejorar la seguridad en el transporte público, redistribuir el uso de los espacios compartidos y diseñar entornos que promuevan una equidad más significativa en la vida cotidiana. En última instancia, una perspectiva puramente estandarizada omite las diversas experiencias y necesidades que influyen en cómo habitamos el espacio contemporáneo. Tradicionalmente, las ciudades se han diseñado en función de un usuario prototípico, pasando por alto a menudo cómo los distintos cuerpos, identidades y estilos de vida interactúan con el entorno construido. Cada vez es más evidente que no existe un modelo adulto estándar totalmente definido.

La integración de enfoques más inclusivos transforma nuestra forma de concebir el espacio público y las infraestructuras urbanas, en lugar de limitarnos a adaptar la normativa o cumplir un programa. Desde la disposición del mobiliario hasta la organización de las rutas urbanas, cada decisión de diseño puede ampliar o restringir la accesibilidad y el sentido de pertenencia. Crear entornos urbanos que contemplen la diversidad humana responde a una cuestión de equidad y enriquece la experiencia urbana, promoviendo ciudades más habitables para todas las personas.

Diseñando ciudades multigeneracionales "amigables con la edad"
Tener en cuenta las distintas edades en la planificación urbana es fundamental para crear entornos que acompañen las distintas etapas de la vida. Los niños necesitan espacios públicos seguros y potenciadores del juego y la exploración, mientras que los adolescentes necesitan zonas de socialización más allá del consumo en centros comerciales. Para los adultos mayores y las personas con discapacidad, la accesibilidad, un mobiliario urbano adecuado y la proximidad a los servicios son esenciales para mantener la autonomía. Cada vez son más frecuentes las iniciativas que buscan repensar el espacio público.
Incluso aspectos como la velocidad a la que caminamos influyen en la forma en que habitamos la ciudad. Este factor físico evidencia que, a lo largo de la vida, nuestra experiencia del espacio público y de las atmósferas urbanas cambia, tanto por la evolución del entorno como porque inevitablemente envejecemos. En esta intersección de circunstancias, podemos explorar un gran potencial de innovación para que nuestras ciudades encuentren una visión multigeneracional.

Crear ciudades que respondan a las necesidades de los distintos grupos de edad mejora la calidad de vida y fomenta la interacción entre generaciones, fortaleciendo el tejido social. Adaptar las ciudades a las personas mayores es esencial para crear entornos habitables que brinden una calidad de vida tangible, integrando y conectando todas las etapas del ciclo de vida en el diseño urbano.
La evolución urbano-demográfica global, en el marco de una perspectiva de diseño inclusivo y universal, no requiere descartar los modelos anteriores, sino ampliarlos para responder a una sociedad más diversa y dinámica. La ciudad debe dejar de ser el mero reflejo de un estándar para convertirse en un espacio capaz de acoger a todos sus habitantes en toda su pluralidad. Los entornos urbanos pueden ser difíciles de gestionar, pero es en esta complejidad donde emergen oportunidades para nuevas dinámicas, moldeadas por fluctuaciones demográficas, desplazamientos masivos y la apertura a diversas visiones del mundo. En última instancia, las ciudades y las huellas que dejamos en ellas constituyen algunos de los testimonios más significativos de la evolución humana en el entorno construido.

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