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Arquitectos: Mariano Molina Iniesta
- Área: 424 m²
- Año: 2022
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Fotografías:Alberto Amores
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La Granjilla es una pequeña urbanización situada al norte del área metropolitana de Madrid, promovida en la década de 1960 por Juan Banús. Desde el punto de vista ambiental, lo más destacable es la densa masa de pinos que la cubre, en contraste con el paisaje completamente despejado de tierras de cultivo que la rodean.
Sobreviviendo al paso del tiempo, las copas de estos árboles aún proporcionan cierto abrigo a las viviendas que pueblan este enclave, proyectando su sombra y modificando su apariencia a lo largo del día. De esta experiencia surgió el germen del proyecto.
Esta vivienda en particular tenía que ser compacta, obligada por las dimensiones de la parcela y el planeamiento urbanístico. Aceptando esta circunstancia, que tiene obvias ventajas desde los puntos de vista funcional y térmico, se procuró hacerla compatible con una cierta riqueza de volúmenes y texturas, confiando en que el entorno hiciera el resto del trabajo, para convertirla en un organismo vivo y cambiante. De esta manera, se configura como un diálogo entre dos soluciones constructivas: una pesada, firmemente asentada en el terreno, o estereotómica (parafraseando a ilustres críticos de la arquitectura, desde Semper a Frampton o Campo Baeza).
Resuelta a base de hormigón armado expuesto, la profundidad de los huecos, la geometría de sus embocaduras y el empleo de diferentes texturas pretenden reforzar su masividad. La otra solución es tectónica y en general separada del suelo, y su ligereza no es meramente visual sino literal, por cuanto no incorpora realmente ninguna hoja pesada, sino paneles aislantes de alta densidad que sustituyen eficazmente a las pesadas hojas de fábrica de ladrillo típicas de la construcción tradicional. Ambas soluciones, tectónica y estereotómica, se entrelazan para generar no sólo el juego de volúmenes, sino también los vacíos que permiten relacionar interior y exterior, creando espacios de sombra al exterior y de luz al interior.
Frente al carácter matérico y táctil del exterior, el interior adopta una condición más neutra, con predominio del blanco y una iluminación natural que trata de ser lo más uniforme posible, gracias al apoyo cenital proporcionado por la cubierta quebrada del salón y el damero de bóvedas del vestíbulo. La vibración la aportan aquí los innumerables libros y objetos adquiridos por los clientes durante décadas viviendo por todo el mundo. Por otra parte, la contigüidad de espacios propiciada por el esquema compacto del proyecto refuerza la continuidad espacial de la parte pública de la casa, haciendo que, mediante el simple desplazamiento de carpinterías correderas, toda ella pueda llegar a usarse y vivirse como un solo espacio.
En definitiva, la envolvente de la vivienda se ha generado desde el diálogo de texturas y sombras, como un objeto que reacciona a la luz cambiante del día y a las estaciones del año, sirviendo a la vez como pantalla a las sombras chinescas proyectadas por los árboles que la rodean. Y en contraste, el interior es continuo y abstracto, homogéneamente iluminado, esperando a ser animado por la vida cotidiana y los recuerdos de sus habitantes.