Dado el curso de estos últimos años esta es una pregunta que parece cobrar cada vez más sentido. Lamentablemente hoy, la respuesta tiene más tintes negativos que positivos si reflexionamos un poco.
Seguramente acordamos en que las crisis son generadoras de cambios. Fue precisamente la crisis postguerra, a principios del siglo XX, la que entregó a la arquitectura un carácter racionalista, alejado del ornamento predominante. Su concordancia con los tiempos industriales le entregaron además funcionalidad, tecnicismo y estandarización, rompiendo una monótona linea histórica y creando algo que cambiaría hasta el día de hoy la manera en como pensamos la arquitectura.
Hoy, tras la muerte de los grandes movimientos arquitectónicos de siglo XX, nuestro trabajo ha descansado en una continuidad que se refleja en cambios ensimismados y autoreferentes, que no solo son parte de nuestro paisaje construido sino que además están al interior de nuestras aulas.
Por eso nos sorprenden las crisis. Nos están obligando a salir de una continuidad y obligando a cambiar el ejercicio que hoy descansa sobre lo estable. Las economías tienen saltos y caídas abruptas, el clima y los últimos terremotos están afectando de manera inesperada a muchas ciudades y así, nos enfrentamos a un panorama que nos está enseñando que la arquitectura debe estar preparada para aquello que no sabemos, que desconocemos, pero que en cualquier momento se puede presentar.
¿Son estas situaciones críticas detonantes de cambios para nuestro oficio? ¿estamos preparados para ser un verdadero aporte frente a estas últimas situaciones de catástrofes?