La mañana del día viernes 5 de marzo, nos dirigimos hacia Pelluhue (comuna costera de la provincia de Cauquenes) para movilizar a un bombero y aprovechar la oportunidad de colaborar con algo de ropa, agua y alimento para las familias damnificadas.
Es dificil tratar describir el nivel de destrucción que ocasionó el tsunami en esta zona, según testimonios de los propios vecinos el terremoto no causó tanto daño pero el tsunami arrasó con gran parte de la localidad costera.
En lugar de veraneantes y quitasoles, se ven esparcidos todo a lo largo de la playa trozos de madera, escombros, instrumentos domésticos e incluso partes de automóviles que conforman el nuevo paisaje del lugar.
Los botes que alguna vez zarparon diariamente de las costas de Pelluhue, hoy están destrozados y desperdigados por todo el borde de la playa. Del mismo modo, la hace poco remozada costanera, junto con una pérgola lucen su maltraer después de lo acontecido el 27 de febrero.
El año recién pasado se implementó una plaza mirador con un interesante diseño en madera de una superficie unitaria que variaba para distintos usos. Hoy, sólo podemos ver los cimientos de esta estructura e imaginarnos lo que fue algún día.
El estadio de la comuna está completamente destruido, así como las instalaciones de camarines, dos de sus torres de iluminación, graderías y todo los equipamientos asociados.
Ciertamente el terremoto y tsunami en Chile van a cambiar la historia del país, pero más específica y pragmáticamente, cambiarán algunos centros urbanos por completo. Es el caso de Pelluhue, en donde sin lugar a dudas deberán considerarse normas de seguridad reflejadas en los usos de suelo y la manera de urbanización para la reconstrucción de todas las zonas afectadas.
Esperamos, pasado el desastre, que esto constituya una oportunidad para reformar nuestros asentamientos urbanos considerando los factores naturales como una variable fundamental en la forma de pensar la ciudad. Esa ciudad donde todos queremos vivir.
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