- Área: 4145 m²
- Año: 2007
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Fotografías:Miguel de Guzmán
1. En arquitectura, la opinión pública no es una propuesta, es una orden.
El arquitecto es un médium de la ideología del status quo. No debe de tomar decisiones propias. Debe hacer visible la voluntad humana mediante la condensación de opiniones. El gasto de energía profesional empleada en tratar de manipular a la opinión pública es siempre insostenible e ilegítimo.
2. La arquitectura representa lo que la sociedad presenta.
La representación mediante un repertorio validado es la principal atribución profesional. El repertorio arquitectónico validado tiene carácter normativo.
3. El lenguaje arquitectónico es una prerrogativa social.
La imagen definitiva de los edificios es propiedad de un consumidor final alérgico al asombro. El lenguaje se debe extraer del pensamiento arquitectonico para otorgárselo en tributo a la comunidad correspondiente.
4. La arquitectura es importación desde el pensamiento colectivo, pensar en exportación es prepotencia.
La verdadera cultura brota del hombre común. Las virtudes compartidas, como la bondad esencial y los valores educativos, deben de importarse a la arquitectura. Tratar de exportar pensamiento propio a la sociedad es ostentación de inteligencia. Algo tan vulgar como exhibir riqueza.
5. La Estadística no son datos, son leyes.
No gobierna la imaginación o la razón sino las encuestas públicas. La interpretación de la estadística es un fin, no una herramienta, porque sus conclusiones son siempre un valor seguro. En arquitectura no se corren riesgos.
6. La burocracia no es un obstáculo, es un aliado.
En auxilio del ciudadano el Estado puede exigir al arquitecto cantidad de tiempo, pensamiento, dinero, esfuerzo y obediencia. Las habilidades del arquitecto deben de ser comerciales y burócratas. La calidad no puede ser un motivo impulsor porque estamos protegidos por Los Códigos Técnicos y los nuevos intermediarios improductivos. Estos nuevos agentes permiten homogeneizar resultados para defender el bienestar comunitario.
7. La opinión de la comunidad vale más que el juicio de un arquitecto.
Debemos amar las opiniones y despreciar los juicios. Ni los miles de arquitectos que construyen millones de metros cuadrados, ni los millones de compradores que pagan cientos de miles de euros por ellos, pueden estar equivocados.
OCAÑA DE ESPAÑA.
O cuando la opinión pública es una órden.
Este proyecto de vivienda colectiva trata de ser un tributo a la voluntad latente de la sociedad española. El proyecto es una performace ultrarrealista sobre el mercado inmobiliario, en formato de encargo de 53 viviendas entre medianeras, con altura B+3.
Sucumbimos a los incuestionables deseos de un creativo promotor privado de construir un edificio conquense por fuera y muy moderno por dentro. Se le planteó construir el edificio como una réplica de las casas colgantes de Cuenca. Las dos primeras plantas serían la roca (construida con técnicas de tematización como las ejecutadas en Port Aventura y Terra Mítica) y las dos últimas, unas casas costumbristas apoyadas en ella y rematadas con cubiertas de lona con serigrafía de tejas árabes. El conjunto sería el edificio residencial Ocaña de España.
La primera decisión arquitectónica aparece configurando el edificio como un 2+2 en vez de B+3. Dos ordenes, de dos plantas cada uno, apilados en horizontal. Sobre el basamento inferior apoyan 5 volúmenes exentos de perímetros irregulares. Todas las viviendas son diferentes.
Pero la decisión arquitectónica principal trata de los espacios comunes de circulación. Estos generosos espacios se resuelven en amplias corralas abiertas, con circulaciones quebradas y secretas. En el nivel superior la configuración exenta de los cinco volúmenes permite, además de interesantes micro espacios de aprovechamiento comunitario, espacios de visiones diagonales y vistas sorpresa.
Pero por otro lado, la imagen final de esta arquitectura, (que se puede relacionar con los océanos del fake, el fosil de Hello Kitty o un Mickey Mouse precolombino podrían ser referencias) tiene la sospechosa voluntad de entender la opinión pública como una orden, no como una propuesta. El resultado es un lenguaje basado en los clichés de los paisajes más populares que se registran en postales turísticas. Imágenes y representaciones que la mayoría de los ciudadanos españoles entienden como paradigma del bienestar y de su felicidad.