Desde la Grecia Antigua, la búsqueda de ilusiones ópticas en la arquitectura ha sido una constante. Jugar con las fugas, las proporciones, paradojas espaciales, las sombras, los vacíos y los llenos, alterar las escalas agrandando o achicando espacios para distraer al observador. Provocarlo. Inquietarlo.
Desde las alteraciones del Partenón y los engaños que la mente genera a través de su arquitectura, las ilusiones ópticas han evolucionado hasta la actualidad a un modelo más interactivo. El espacio público se llena de intervenciones de múltiples artistas que tientan al transeúnte a observar su obra, a rodearla, sorprenderse, utilizándolas como atrayente. Las ilusiones ópticas son atrapadas así por la disciplina del Diseño, como un método de creación artística que busca el diálogo constante entre la persona y el lugar.
Una muestra de ello son los Anamorfismos. Una anamorfosis es una deformación reversible de una imagen generada óptica o matemáticamente. Juega con la perspectiva, produciendo imágenes tridimensionales visualmente pero dibujadas en el plano, o viceversa, creando lienzos planos en un espacio tridimensional.
El famosísimo artista británico Julian Beever es un ejemplo del primer caso: Ocupando las calles de las ciudades, dibuja con tiza imágenes en 3D en el pavimento. Hoy les presentamos a otro amante del Arte Óptico: Felice Varini.
Varini es un artista suizo afincado en París, nominado para el Premio Marcel Duchamp 2000/2001, conocido por sus pinturas anamórfias de formas geométricas puras. El pintor realiza su obra en espacios que van desde pequeñas habitaciones, interiores de edificios, hasta fachadas enteras o espacios urbanos.
“El espacio arquitectónico, y todo lo que constituye, es mi campo de acción. Éstos son y seguirán siendo el medio original de mi pintura. Trabajo "in situ" cada vez en un lugar diferente y mi trabajo se desarrolla en relación con los espacios que encuentro.
Normalmente vago por los espacios observando su arquitectura, sus materiales, historia y función. A partir de esos datos y con referencia a la última pieza que produje, defino un punto de vista específico en el que se concreta mi intervención.
El punto de vista es cuidadosamente elegido: por lo general se encuentra en la altura de mis ojos y situado preferentemente en un paso obligado o inevitable, por ejemplo, una abertura entre un sitio y otro. Sin embargo no descarto otras estrategias, ya que que no todos los ámbitos tienen sistemáticamente un camino claro. La elección es a menudo arbitraria.
La vista funcionará como un punto de lectura, es decir, como un punto de partida, una aproximación a la pintura y el espacio. La forma pintada es consistente cuando el espectador está aquí. Cuando se abandona el punto de vista, el trabajo genera un número infinito de formas. No es a través del primer punto desde el que veo el trabajo realizado: se encuentra en todos y cada uno de los que el espectador puede tener sobre él.
Voy a una situación real para construir mi pintura. Esta realidad no es alterada, borrada o modificada: ella me interesa y seduce en toda su complejidad. Mi práctica es trabajar "aquí y ahora".
Aquí y ahora, casi apelando a lo efímero de la obra visual, que se quiebra y fragmenta cuando se abandona el centro neurológico de la intervención, el artista suizo continúa pintando de color los edificios y ciudades. Hasta la paradoja de la rígida geometría desgranada, descompuesta en mil obras a cada paso.
Os invitamos a seguir su trayectoria y visitar todas sus obras, en la web del artista.