Una nueva polémica rodea a Santiago Calatrava. A día de hoy, su aparición en la prensa viene referida a la vista a la que ha sido citado junto con otros tres ingenieros, el próximo 13 de noviembre, por el el Tribunal de Cuentas italiano. Esta vez, acusados de "daño" al erario público por fallos cometidos durante la construcción del llamativo puente junto a Piazzale Roma, en Venezia, inaugurado en 2008.
Cuesta contar con los dedos de las manos las veces que Calatrava ha estado en el ojo del huracán, llamado a juicio, criticado e incluso indeseado. En el año 2009, el diario estadounidense The New York Times publicó un “compendio” con las críticas más generalizadas y comunes del arquitecto valenciano. En sus páginas, afirmaban que sus obras presentan "una preocupante incongruencia entre la extravagancia de su arquitectura y el limitado propósito al que sirve". Otras críticas habituales son su pretensión de “diseñar” espectaculares cajas con su “sello de autor” casi como una obra escultórica, autocopiada de sí mismo hasta la saciedad, que luego rellena con mayor o menor atino. O su escaso interés por, ya no adecuarse, sino al menos preocuparse por entorno en que construye, ni su climatología, ni sus relaciones sociales, ni los propios usos o comunicaciones del ámbito en el que se asienta. Pero esto, al fin y al cabo, son sólo críticas… otra cosa son las polémicas:
- El auditorio de Tenerife (2003) ha sido criticado por no ser accesible para discapacitados físicos, además de presentar problemas estructurales poco después de su construcción.
- En 2006 se produjo el derrumbe del alero del Palacio de Congresos de Oviedo. A raíz de ello, la compañía de seguros Allianz interpuso una demanda contra Calatrava y su equipo.
- La problemática con la ciudad de Bilbao, donde construyó entre 1990 y 1997 el Puente Peatonal Zubizuri, dirigiendo también el proyecto de la renovación del Aeropuerto de Bilbao. El puente es localmente conocido por su superficie de cristal completamente resbaladiza en los días lluviosos, que son la normalidad del clima de Bilbao. Además, no conectaba con calle principal, para lo cual las autoridades locales autorizaron al arquitecto japonés Arata Isozaki a erigir una plataforma. La respuesta de Calatrava llegó en 2007 en forma de denuncia al ayuntamiento por los derechos morales (una parte de la propiedad intelectual, bajo la Ley española de derecho de autor) de la integridad de su creación.
- Otros proyectos como el Palau de les Arts arrastran una polémica desde el 2005. Hace un mes publicamos un post en plataforma dedicado a su reparación, que costará €250 millones a sólo 7 años de su inauguración, y que puedes leer aquí
- Sumado a este tipo de apariciones, encontramos también escándalos públicos, como el famoso pago del Gobierno Valenciano a Calatrava en 2011. Este pago por el diseño de tres rascacielos en valencia ascendió a la cantidad de 15 millones de euros. Rascacielos que no se han hecho, que probablemente ni se harán, y que se desenbolsaron con cheques bancarios.
Volviendo a lo que nos ocupa hoy, a la irrepetible ciudad de Venezia y al puente encargado al arquitecto-ingeniero en 1996 sobre el Canale Grande: Ya desde que el proyecto fue aprobado, sufrió numerosos cambios en su estructura, debido a la inestabilidad mecánica de la misma y al excesivo peso propio. Poco después de comenzar su construcción, la obra fue parada brevemente. En 10 años el proyecto ha sido inspeccionado por más de 8 consultoras diferentes y su coste ha triplicado el presupuesto original. Finalmente abierto en 2008, pero no inaugurado a causa de tanta polémica, aún no ha dejado de ser noticia, y paradigma del descontento de los venecianos.
Hoy, y tras diez años de investigación, Carmine Scarano, fiscal del Tribunal de Cuentas, destacado el crecimiento exponencial de los costes del puente, que pasaron de los 4 a los 10 millones de euros, según informaron los medios de comunicación italianos.
De esta manera, el fiscal del Tribunal de Cuentas ha pedido 1.078.000 euros a Calatrava y más de 1.700.000 euros a Roberto Scibilia y Roberto Casarin. como los responsables "únicos" de la dirección de los trabajos.
Además, Scarno concluye "en el futuro, el puente supondrá un constante y desproporcionado desembolso económico por parte de la administración, dado que la obra ha sido hecha de una enfermedad crónica, que necesitará una vigilancia constante y diversas intervenciones que no están relacionadas de ninguna manera con la manutención ordinaria. […] Se podría afirmar que el cuarto puente sobre el Canal Grande de Venecia constituye un daño duradero".