- Área: 470 m²
- Año: 2011
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Fotografías:Diego Medina
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Una casa de vacaciones pensada como un lugar donde pasan cosas, un sitio para la recreación, espacios lúdicos donde familia y amigos se encuentran para descansar...aunque eso no necesariamente signifique estar quietos.
La vivienda, implantada a 100 metros del mar en la ciudad balnearia de Cariló -distante 400 kms de Capital Federal-, se nutre e inspira del sitio donde fue emplazada. Es por ello que el programa se dispuso en el lote de modo de aprovechar al máximo las vistas al entorno y el óptimo asoleamiento.
Hacia el contrafrente, el mar y al frente, el bosque. Un lugar placido en verano cuando las temperaturas rozan los 40 grados y muy duro en invierno cuando llegan a registrarse temperaturas inferiores a los 6 grados por debajo del cero.
La casa fue implantada en el ¨fondo¨ del lote. De esta manera, la vivienda se acerca a la playa y genera, en el frente, espacios destinados a disfrutar al aire libre. Los niveles originales del terreno y la distancia a la calle hacen que estas actividades no queden expuestas a la vista de los transeúntes.
La planta de servicio y salón de juegos se semienterró, sin hacer grandes movimientos de arena –respetando la topografía original del terreno.
La planta de estar comedor se abre en tres caras de modo de incorporar el bosque al interior de la vivienda. De esta forma, la línea divisoria entre el afuera y el adentro se diluye. La cocina se posiciona como un tapón al sur. La parrilla quincho, como prolongación natural del interior, está relacionada directamente con la pileta. Hacia el contrafrente, la planta del comedor se abre a una terraza intima y más abajo, en el nivel natural del terreno se ubica un fogón-asador como espacio de reunión junto al fuego.
Una caja blanca que vuela hacia el frente contiene los dormitorios, es el nivel para el descanso. Remitiendo a un periscopio, la caja vuela en el contrafrente cubriendo la terraza intima del comedor y al frente, volando sobre la zona de parrilla, la caja flota sobre todo y sobre todos hasta apoyar en una columna que descarga las cargas estructurales al lote , desapareciendo antes en un espejo de agua.
En la cima, el último nivel está dedicado íntegramente al esparcimiento. Pensado para realizar actividades tanto en el interior como en el exterior, un mirador de 360 grados nos permite ver el mar al el este, el bosque hacia al oeste al tiempo que se recortan difusas la siluetas de las construcciones de una ciudad vecina al norte.
La arquitectura nos genera sensaciones no solo al apreciar lo construido sino también al recorrer esos espacios. En Casa Wanka se buscó, a través de un camino, generar diferentes situaciones. Una rampa nos conduce al acceso mientras reconocemos el entorno a medida que ascendemos -el parque, el bosque, la pileta, los piletones y el sonido del agua, el reflejo del sol en el agua y en el hormigón- siempre caminando alrededor de la columna. Al estar cerca, valoramos la columna y nos concientizamos de su escala. A medida que llegamos a la puerta la altura se reduce, nos sentimos contenidos, podemos entrar.
Planteamos la experiencia de llegar a la casa a travez de un recorrido necesario donde vamos incorporando progresivamente el bosque, el agua, el aire marino y así vamos generando una situación de disfrute, dejando atrás la rutina, el estrés y el caos de la vida en las grandes ciudades. La idea es concientizarnos del lugar en donde estamos, estar de vacaciones aun antes de haber ingresado a la casa.