Volver. Habitar la hacienda donde creció, es lo que determina esta intervención. El cliente heredó un establo y escogió este espacio para convertirlo en su última vivienda.
En la arquitectura para animales, no hay decoración. Las vacas no tienen caprichos estéticos. Sumado al abandono, el establo cumple con lo mínimo: no caerse. El bajo presupuesto y la urgencia de habitarlo son parte vital del proyecto. Utilizamos la vieja y conocida fórmula del que no tiene más remedio: trabajar con lo que hay a la mano.
EL SENTIDO COMÚN, NO ES TAN COMÚN
Las limitaciones obligan a ser rigurosos. Donde hay un problema aplicamos una solución: parchar.
Si desarmar la estructura de cubierta, retocar las piezas que aún sirven, reemplazar lo que no está en buen estado y volver a armar, nos toma mucho tiempo, no lo hacemos. Añadimos a lo existente parches.
Picar la pared para pasar las instalaciones eléctricas y de agua, colocar tuberías y sellar la pared, imposible: todo queda visto.
La cubierta mal-cubre y gcdjmpermeabilizar todo y volver a entejar, no. Donde hubo teja ahora hay una lámina asfáltica que se apoya en la subestructura original.
La cercanía de la tierra y la lluvia hacen que el espacio sea húmedo. Alejamos el agua de la casa con un ducto perimetral y prolongamos los aleros. La teja en mal estado se utiliza como grava en el ducto perimetral y la teja en buen estado se utiliza para los aleros.
El interior es obscuro. Hacer ventanas más grandes significa rehacer dinteles y desechar marcos y vidrios originales. Además el clima es frio, la casa está ubicada a 3300 metros sobre el nivel del mar. Si la cubierta resuelve calor y luz, matamos dos pájaros de un tiro: tragaluces.
Se necesita completar los límites de las habitaciones y los vanos principales. No podemos cargar más peso a las paredes originales: necesitamos un material ligero. Además debe ser lo más rápido y barata posible: duelas de madera.
El cliente tiene embodegado piezas sanitarias y puertas, las re-utilizamos.
Listo, que bonito Frankenstein.
MENTIR DE VERDAD
Los materiales necesitan protegerse del uso y del tiempo. En un inicio, nos vimos envueltos en la figura del buen arquitecto contemporáneo; cada material es lo que es, pero no teníamos tiempo, ni dinero. El esfuerzo que representa adecuar cada material con el único objetivo de deleitar la vista y así salvar un discurso estético, convierte al proyecto más en una escenografía que en una intervención elemental de reciclaje y rehabilitación. Crisis. De pronto mentir es la actitud más honesta: pintar todo.
Elegimos el color pensando en que estamos en el campo. Hicimos pruebas pisando las paredes para encontrar el color que camufle mejor el uso, hicimos un estudio de la cromática del polvo y de las manchas inevitables de humedad en zonas lluviosas. El resultado: color sucio.
La pintura funciona en todo menos en el piso. En el piso debía tener otras características: a más de sellar el material, debe resistir el uso que demanda su función. En conclusión: si era pintura, debía ser una mucho más cara; no aplica. La mejor opción, baldosas de cemento. Buen precio y resuelve todos los espacios de la casa: se ve bien cuando está limpio y se ve bien cuando está sucio.
EL FIN
Todo lo que nos preocupa en el interior, no es un problema en el exterior. Porque el polvo que se desprende de los materiales por el paso del tiempo o por el uso, afuera es irrelevante. Afuera el establo siempre fue habitable: afuera no hicimos nada.