- Área: 165 m²
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La casa Linik representa una transición fundamental en las vidas de Ligia y Nicolás.
Cuando deciden conformar una familia, empiezan a visualizar el hogar que debía contener sus destinos comunes. Este, según sus palabras, “estaba lejos de ser el que concibiese un arquitecto tradicional”. “Debía tener un tratamiento espacial de una sensibilidad más cercana a lo escultórico, que a lo estrictamente arquitectónico”. Y, además, debía lograr un uso eficiente de la energía y un tratamiento responsable de las influencias para con el entorno, en general.
Así se aventuran en las direcciones que los motiva su instinto y este los lleva para la provincia de Salta. En las afueras de la ciudad, pasando la ultima zona urbanizada, a la vera del camino de cornisas que lleva hacia San Salvador de Jujuy, encuentran el terreno en el que deciden se implantará su hogar. Atravesado por una cañada, a la que convergen las lluvias del cerro, y poblado de frondosos árboles nativos, se nos ofrece como un escenario sugerente, que impone firmemente sus propios condicionantes al diseño en gestación.
Luego de un detenido relevamiento de las pendientes, las rocas y los árboles, reconocimos, con los usuarios, tres sectores particulares del terreno, en el cual, entendíamos, debían sucederse las dinámicas protagónicas del futuro hogar. También se nos presenta con claridad cual de estos tres sectores iba a ser el “corazón” del proyecto. Cabe aclarar que los árboles permanecieron todos en su sitio original.
Luego de este reconocimiento inicial, se elaboran tres anteproyectos que rotan respectivamente, las funciones dominantes del programa sugerido, en esos tres sectores del terreno. Llegamos así al anteproyecto en el cual ese espacio “centro”, era la cocina-comedor.
Ya madurada esta idea inicial, vamos fortaleciendo progresivamente este carácter centrípeto del espacio centro. Desde el acceso, todos los gestos morfológicos de superficies y carpinterías, dirigen las tensiones y atenciones de quienes recorren la casa, hacia la cocina, sobre la cual culminan estos gestos en un enérgico remolino, convergente en la claraboya situada exactamente sobre el sector de cocina. Como si todas las energías de la casa culminasen en ese acto de amor, que es la ofrenda de los alimentos hacia quienes comparten la reunión.
Ambos dormitorios, con ventilación cruzada abren sus visuales sobre los espacios inmediatos inferiores, vislumbrando los techos jardines y, enmarcado por estos, el majestuoso valle en el que se unen dos arroyos que crecen en los lluviosos meses del verano. Inmediatamente debajo de los dormitorios, acompañando la pendiente del terreno, se sucede progresivamente el resto de los espacios, respetando jerarquías y funciones.
La materialidad dominante, elegida en conjunto con los usuarios, fue la piedra del lugar, en toda la mampostería perimetral. De esta forma las envolventes en general (canteros, sitios de reposo y gárgolas del volumen principal) están materializadas con piedra bola, juntada en el arrollo, a 50 metros del terreno. Mientras que el paramento del acceso principal, al igual que las terrazas circundantes y escaleras, es construido con la piedra misma del terreno, extraída de las excavaciones de cimientos. Este gesto tectónico, en el que los basamentos abrazan el acceso es una forma clara de jerarquizarlo, desde una especie de abrazo, que hace la tierra a quien ingresa. Acompañado todo esto, del simbolismo que implica llegar al hogar descendiendo progresivamente caminos serpenteantes, cruzando puentes y ladeando la gran roca, que estuvo allí desde el comienzo.
Para lograr una efectiva aislación térmica, así como también completar la estética de mimesis que caracteriza a la obra, los techos se cubren con una capa de suelo fértil y vegetación espontánea (aun no concretadas).
El proceso de diseño de las carpinterías fue acompañando la gestación de la obra a partir de un rastreo de variantes, para cada abertura, y una selección conjunta con los usuarios a fin de privilegiar las vistas deseadas y ocultar los sectores menos favorecidos. La madera de los mismos fue afortunadamente conseguida como sobrantes, en los aserraderos de la zona. De esta manera, con piezas de secciones atípicas, los maestros carpinteros, fueron componiendo cada ventana con los matices de las maderas disponibles, que cada marco demandaba y armándolos sobre las impresiones en escala real, que les íbamos proveyendo de cada carpintería.
Igualmente, los aleros y orientaciones, obedecen a privilegiar el asoleamiento interior en invierno, a resguardar en sombra la casa, en los calidos veranos y a proteger de los vientos fríos del sur.
Finalmente, concluida la obra gruesa, con la fuerte impronta que esta dejó en el terreno, y superada una etapa de arraigo en el sitio por parte de los usuarios, que en el transcurso de la misma fueron padres dos veces, se decidió hacer un alto a la construcción y esperar tiempos de maduración mas orgánicos; mas naturales; mas lentos. Sabíamos que quizás el resultado final fuese un poco menos coherente en términos de lenguaje arquitectónico, menos potente… Pero entendíamos que debía responder a las necesidades mas intimas de los habitantes que estaban empezando a crecer en este nuevo hábitat.