Hace un tiempo oí la frase “Los arquitectos, tenemos un mandante general, que es la disciplina” dicha por el arquitecto Teodoro Fernández, y que resulta bastante clarificadora, respecto de cuanto se debe respetar y cuánto se debe transar en un proyecto de arquitectura, frente a las intenciones de un mandante o tercero.
Muchas veces, los proyectos sufren variaciones importantes, durante la etapa de desarrollo y construcción, al punto de atravesar un límite donde el valor del mismo termina por desaparecer, para dar lugar a intenciones o caprichos de terceros.
La relación arquitecto-mandante es quizás uno de los aspectos más complejos al momento de llevar a cabo un proyecto, cuando se tiene un cliente que no confía completamente en el trabajo o diseño que se está realizando. Muchas veces el mandante está interesado simplemente en terminar el proyecto más que en lograr un resultado de calidad.
Frente a esta situación existen quizás dos posturas más radicales y polarizadas.
Por una parte están los arquitectos que trabajan únicamente para el mandante, al modo de un dibujante, dejando de lado la responsabilidad para con la disciplina, sin importar si este tipo de decisiones, impactan de manera relevante en el resultado final del proyecto, alterándolo y haciendo que este pierda gran parte de su calidad e interés.
Para el arquitecto, más importante que realizar un proyecto de calidad, es lograr llevar a cabo una construcción y sacar adelante, a como de lugar, el proyecto, por el sólo hecho de hacerlo y obtener el beneficio económico del mismo, donde quizás el mejor ejemplo son los proyectos inmobiliarios que van poblando la ciudad.
La contraparte son arquitectos que están dispuestos a llevar a cabo un proceso de desarrollo mucho más complejo y engorroso, en pos de defender aquellos valores que creen fundamentales en relación a la disciplina y que deben ser el mínimo común denominador presente en un proyecto para que tenga sentido llevarlo a cabo.
Finalmente hay algunos, que pasado un determinado punto, prefieren abandonar un proyecto que hacer cualquier cosa por el solo hecho de hacerlo.
La postura, argumentan muchos, no es fácil, por una parte está la responsabilidad con la disciplina y por otro lado hay que vivir. ¿Son tan radicales los caminos? ¿Cuál ha sido tu experiencia en este aspecto?