Juan Agustín Soza es probablemente uno de los arquitectos chilenos jóvenes más talentosos y de bajo perfil de la escena nacional, y que ha producido en el último tiempo un conjunto de obras únicas, que lo han colocado como uno de los arquitectos más interesantes y de mayor proyección.
El inicio de su ejercicio profesional ha estado marcado por la capacidad de formarse sin el apoyo de una universidad o la existencia de encargos familiares. Su éxito radica en el trabajo riguroso y metódico que le han permitido desarrollar, en los últimos 10 años, un conjunto de proyectos que tienen en común la capacidad de evocar nuevas formas de vida, explorar nuevos sistemas constructivos y trabajar con materiales no tradicionales.
Uno de sus puntos de partida es el desafió de convertir cualquier encargo, por pequeño e irrelevante que pueda parecer, en un producto de calidad, “Se puede hacer algo tan simple como una buena terraza, una buena pintura, indagar en la disposición de un mobiliario, o abrir una lucarna, haciendo de eso un excelente proyecto de arquitectura”, dice.
Su primera obra, la Casa Feuereisen (2004), en acero y durmientes, marcó el rumbo de su práctica. El trabajo mano a mano con el cliente, y la determinación de escapar de las modas, lo llevó a inventar un sistema constructivo en base al reciclaje de durmientes de tren. Para poder llevar adelante la ejecución rigurosa del proyecto, tuvo que formar su propia empresa constructora. Con este emprendimiento ha materializado casi la totalidad de sus obras.
La casa Feuereisen le permitió ser seleccionado en la Bienal de Venecia (2004), y posteriormente, obtener el Primer Premio en la Bienal Panamericana de Quito (2006). Fue también el comienzo de nuevos encargos, en los que la relación de trabajo mano a mano con el cliente y la exploración constructiva y material han ido consolidándose.
Un ejemplo es la casa 4M (2010), en la cual la necesidad de construir nuevas formas de vida al interior y definir una atmósfera particular lo impulsaron a experimentar con ladrillos trabados de diferentes maneras, obteniendo planos opacos o semitransparentes que definen su carácter y uso.
Otro de los aspectos que ha caracterizado el trabajo de Soza es tener como punto de partida las necesidades concretas del cliente. Eso supone, para él, identificar la verdadera pregunta a responder y establecer las reglas del juego que harán factibles los proyectos, “Trato de comprender muy bien qué necesita el cliente, qué será lo pertinente para cada caso, más allá que imponer una busqueda o idea personal preconcebida”, afirma.
Reflejo de esto es la Habitación Santa Sofía (2010), o la Casa Chorreada (2011). En ambas se establecen estrategias elementales en base a la construcción de un volumen exterior en el que destaca la experimentación con estucos y pinturas.
En el interior sin embargo, se da paso a espacios abiertos, fluidos y organizados en torno a patios que construyen una nueva interioridad.
Más que limitarse a un determinado tipo de proyectos, Soza ha creado una metodología que le permite abordar encargos diferentes con resultados no convencionales.
Hoy lo encontramos con la Casa Zanetta recién terminada, proyectando una casa en Aculeo, trabajando en una Sala Multiuso para un colegio y desarrollando la última etapa del Memorial 27F en Concepción, junto a Ricardo Atanacio.
Este último proyecto puede ser un nuevo punto de inflexión en su carrera, que de paso a proyectos con mayor vocación pública y presencia en la ciudad.