-
Arquitectos: Matías González, Rodrigo Searle; Matías González, Rodrigo Searle, Andrea Borráez, Enrique Colin
- Área: 3 m²
- Año: 2008
-
Fotografías:Tali Santibañez
-
Proveedores: European Windows, Volcan
Este proyecto se concibe a partir de cuatro condiciones ineludibles: La primera tiene que ver con el encargo, o los requerimientos para un hotel pequeño, turismo de buen nivel en un destino extremo. La segunda, con el cumplimiento de las regulaciones ambientales, condición para instalarse sobre un sitio de alto valor histórico y patrimonio arqueológico. La tercera, con la precariedad de los medios y el cómo ejecutar estas obras en un lugar remoto. Y la cuarta, sencillamente con el lugar, un terreno abandonado, un oasis, un paisaje soleado y terroso.
El terreno, un predio de cinco hectáreas a cierta distancia del pueblo de San Pedro de Atacama, incluye también un antiguo corral de toros usado hace años en el tráfico de ganado. Ponemos en valor este espacio y lo usamos como patio de acceso al proyecto, un vacío, un silencio a la llegada. Desde ahí emerge una rampa que nos conduce hasta una gran plataforma rectangular de treinta por ciento ochenta metros de largo. Esta se levanta sobre el paisaje, y sobre un terreno que con riego tendido se inunda periódicamente, orientando su lado mayor para enfrentar al volcán Licancabur, eje rector del proyecto. A un lado de esta llegada, dos tercios de la plataforma la ocupan dos líneas de dormitorios.
El espacio central entre ellos es fragmentado en sucesivos patios que se recorren. Cada dormitorio, a su vez, aporta su propio patio, que regula el estar del pasajero, desde un interior blanco y silencioso, hasta la explosión de luz y colores afuera en el desierto. Al otro lado de la llegada, también sobre la plataforma, se proyectan los recintos comunes. Estares, comedor y servicios, salas de multiuso, más allá un spa, que se descubre entre cilindros de adobe y piletas de agua, todos a la sombra de planas cubiertas que vuelan y se traslapan.
- La primera condición, el encargo, se resuelve proyectando más que un hotel de paso, un lugar para estar y quedarse; las habitaciones se compensan entre ellas ofreciendo todas la mejor panorámica, el mayor resguardo y confort posible con los recursos y artesanía a la mano.
- Las disposiciones ambientales se cumplen, apoyando todo lo construido sobre la plataforma de relleno que nos salva de intervenir un suelo con alto valor arqueológico, manteniendo intocado lo existente; el entorno por mucho tiempo dejado de lado, recupera nuevamente su vocación agrícola y se rescatan los cultivos de grano, frutales y flores propias del lugar.
- La dificultad de construir en lo apartado, nos condiciona hacia un sistema liviano de ejecución, disminuyendo áridos, cemento, moldajes y agua, todos escasos; eso sí, la mano de obra local hace su parte levantando muros de piedra y tapialeras de adobe que, instaladas en todo el perímetro, resguardan la construcción liviana y se funden con el entorno.
- Por último el lugar, paisaje extenso y diverso, se recoge por partes, en recorridos que enmarcan vistas y sucesiones de patios, que van desde lo más abierto y desolado, pasando por espacios intermedios con huertos, agua e higueras, hasta lo más privado, sombreado y protegido para cada uno de sus ocupantes.