Rogelio Ruiz Fernández

Arquitecto (U.P.Valencia 1990) doctor Arquitecto (U.Valladolid 2003). Su obra (con Macario Luis Glez Astorga) ha sido publicada en muchos medios. Recientemente ha publicado el libro “LA ARQUITECTURA ATRAVESADA POR LA LUZ” (Ed. Universidad Valladolid 2017). Pertenece desde su inicio al comité científico de FICARQ (Festival Internacional de Cine y Arquitectura) y es, básicamente, un “activista” de la Arquitectura desde Mieres, Asturias, España.

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Manuel Gallego Jorreto, la arquitectura del premio nacional de arquitectura 2018 en España

Conocí la obra de Manuel Gallego por vez primera en Valencia, de la mano de José María Lozano. Allí, donde yo estudiaba, habían organizado un simposio sobre arquitectura gallega. 

Para Robert Venturi, una arquitectura amable no implicaba falta de profundidad intelectual

Mi cabeza, sin duda es difusa y dispersa, coge y compara elementos distintos, arquitecturas de momentos distantes y las lee y disfruta con pasión similar. No cabe duda, que la lectura temprana del protagonista de este artículo ha dado forma a mis pensamientos y a los de muchos de nosotros. Acaba de fallecer (el martes 18 de septiembre) a los 93 años Robert Venturi que es para nosotros una referencia importantísima.

¿Y por qué lo es? Robert Venturi escribió un libro llamado Complejidad y Contradicción en la Arquitectura, que fue un revulsivo para toda la disciplina. Parece que en este libro Venturi se dedicó a explicarnos una frase de Rennie Mckintosh: “Hay esperanza en el error honesto, ninguna en la perfección congelada del mero estilismo”

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Joaquín Vaquero y la belleza de lo descomunal

¿Qué tiene la obra de Joaquín Vaquero Palacios que nos sorprende después de tanto tiempo y que la hace merecedora de una exposición en el Museo ICO y tantas visitas de especialistas? Muchas veces me han utilizado, y yo encantado, como arquitecto de contacto para venir a Asturias a ver las obras de Vaquero. La disposición de Hidrocantábrico y ahora de EDP (yo sigo hablando con las mismas personas, gracias por tanto a Nicanor Fernández y su equipo) siempre es total asumiendo con estoicismo cambios, ya que los de fuera no se dan cuenta, por ejemplo, de que ir a Grandas de Salime sigue siendo un gran viaje que ocupa, llena de dicha, el día entero o que las cuestiones de seguridad son fundamentales.

En cierta ocasión trajimos un autobús desde la Universidad InternacionaI Menéndez Pelayo y al final del día aplaudían en el bus como si hubiera sido una ópera. Y lo era: la gran ópera formal de Vaquero. Este año sin ir más lejos fui cicerone para el Máster de Arquitectura Avanzada de la Universidad Politécnica de Madrid, que dirige Juan Herreros, un apasionado de Vaquero que nos acompañó en muchas ocasiones, donde había estudiantes de cinco nacionalidades distintas que quedaban boquiabiertos al ver las centrales. También coincidimos en Proaza, en las oficinas, y en Veriña con el joven equipo de arquitectos que diseñaba esta exposición, y que iban revisando, cada parte, cada archivo que encontraban en los edificios.

El sobrio lujo de Alberto Campo Baeza

La Universidad Politécnica de Madrid, su Escuela de Arquitectura, acaba de hacer un merecido homenaje académico al Catedrático Excmo. Sr. D. Alberto Campo Baeza y he querido unirme a este jubileo justo y necesario con esta reflexión titulada originalmente "Campo Baeza, Fiat Lux" (Hágase la luz).

Estamos tan acostumbrados a ver la luz del día que ya no nos paramos a dar las gracias por esa cotidiana alegría. Los que somos más jóvenes que él, aunque más viejos ya que la sempiterna foto de su cara morena, tranquila y de vida rebosante por sus ojos brillantes, nos hemos acostumbrado a verle siempre ahí, dándonos, cada cierto tiempo, sin agobiar, pues no son muchos sus proyectos, un nuevo frasco de luz que nos trae el aroma de su arte. Y decimos frasco pues muchas veces su poesía se nos ofrece en obras pequeñas, casas  que sin embargo recorren las páginas del mundo. Y nosotros, como si fuera un don que merecemos, tampoco nos sentamos a escribir y dar gracias por él y su elixir. ¿Cuántos años pasaron ya, desde aquella escuela de ladrillo y aquel espacio curvo, donde la luz se ordenaba en el pavés y medíamos la escala con un niño? ¿Cuántos años pasaron desde que las ventanas de la casa Turégano se tensaron en el plano, y nos dejaron boquiabiertos con un rayo de luz que cruzaba escalonado? No lo decimos. ¡Tantos!

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