No es responsabilidad tuya terminar el trabajo [de perfeccionar el mundo], pero tampoco eres libre de desistir”. —Rabbi Tarfon
En un vuelo reciente, un caballero sentado a mi lado notó que estaba leyendo un libro sobre arquitectura. Atreviéndome a entablar una conversación con más de dos horas de tiempo de vuelo restante, confesé que no solo leía, sino que también practicaba arquitectura. Su siguiente pregunta, era si los arquitectos estaban "resolviendo la crisis de vivienda."
Los espacios públicos están pasando por un momento importante. Personas ajenas a la planeación urbana comienzan a notar cómo influyen en nuestra calidad de vida ya sea insertando la naturaleza y la memoria cultural en lo cotidiano, para recordárnos nuestras responsabilidades colectivas o fomentando la democracia. La gente también empieza a notar las sutiles formas en que esas contribuciones se ven erosionadas por amenazas de privatización, apropiación corporativa y apatía.
La compañía Apple ha comenzado un radical esfuerzo de cambio de marca para reconceptualizar sus tiendas como "las plazas de las ciudades" y generó una ola de preocupación fundamentada. La tecnología continúa alejándonos de la necesidad de abandonar nuestros hogares o interactuar cara a cara con otros humanos. Si por cada acción hay una reacción igual y opuesta, lo que sigue es que las oportunidades para tal interacción interpersonal se conviertan en un lujo que comenzamos a buscar, un llamado a recordar nuestro origen como seres sociales.