El Museo Experimental El Eco es un lugar de encuentro para las artes. El museo, ubicado en Ciudad de México, busca ofrecer varios contextos para prácticas artísticas y el desarrollo de conocimiento cultural. Enfatizando el experimento, la emoción y el pensamiento interdisciplinario, el espacio se inspira continuamente en su arquitectura única y los diversos intereses conceptuales de su fundador, Mathias Goeritz.
El Museo Experimental del Eco, en colaboración con Buró-Buró y Arquine, organiza un concurso anual para realizar un pabellón temporal en el patio principal del edificio diseñado por el fundador en 1953. A través de un proceso de selección un jurado de especialistas determina la propuesta ganadora.
El Pabellón Eco es un proyecto de intervención temporal del cual se desprende un programa de actividades paralelas que tiene como fin promover los vínculos entre arquitectura y otras disciplinas. Este año los 5 despachos concursantes fueron:
• Ingrid Moye y Christoph Zeller • Magui Paredo y Salvador Macías • Alejandro Guerrero (ARS Atelier de Arquitectura) • Gabriela López Dena • CCA / Centro de colaboración Arquitectónica
El proyecto ganador, anunciado recién hoy fue el despacho Estudio Macías Peredo Arquitectos. Las imágenes de la propuesta ganadora a continuación.
Propuesta Ganadora de Magui Paredo y Salvador Macías
Pensar un pabellón de arquitectura nos da la oportunidad de conducir nuestra reflexión hacia la idea de espacio y sus limites por encima del tema del objeto de diseño arquitectónico o volumen edificado. Para nosotros el pabellón deberá dar cuenta de una idea trabajada con el espacio. Creemos que no es un tema de composición sino de reflexión.
Renunciando a construir un objeto y estableciendo un diálogo con las preexistencias, relacionamos los experimentos de Goeritz. Estudiando su conducta, sus relaciones, sus intenciones, y desde ahí, ir elaborando nuevas posibilidades espaciales: que a partir de los elementos del patio se promuevan nuevas maneras de entenderlo. Por eso nuestra propuesta recuerda y se apropia del mismo material de cuarterón de barro que eligió Goeritz para el piso del patio, planteando una reinterpetación. Trabajamos con una nueva pieza y también con el recuerdo de su condición original.
La intención espacial se visualiza con una gran rampa que desdibuja un límite, transformando el patio en un foro y a la vez en una plaza diagonal que conversa con la calle. Más que imponer un elemento nuevo, nuestra propuesta parte de transformar, mostrar el mismo patio desde otra condición, desde otra lógica, más interactiva en función de quienes lo habitan. El usuario es un actor fundamental para la propuesta. La expresión misma del pabellón tiene sentido en tanto que se usa. Por un lado al aproximarse al museo desde la calle ocurre un acto inesperado: los visitantes se asoman. Y por otro, una vez ocupando el foro, los espectadores establecen una intensa conexión con los espectadores y los contenidos que están dentro de la galería a través del ventanal. Esto modifica el uso habitual del patio y las relaciones dentro y fuera de él. Por tanto las “partes” del pabellón serían la inclinación de barro, las preexistencias que lo hacen posible y los usuarios que la ocupan y la transitan.
La intervención aspira a unir determinantemente museo y calle. Por un lado la inclinación modifica el trayecto horizontal ordinario y es una provocación a volver a conectar con la calle. En el sentido inverso es un gran foro que voltea a ver de frente a la galería a través del ventanal de la cruz, elemento protagonista de esta nueva direccionalidad. En la cumbre uno puede ver las dos al mismo tiempo, la intervención hace ver que la galería y la calle son parte del mismo lugar. El patio se convierte en un plano activo, transitable, por lo que después del recorrido del pasillo y al encontrarse con el patio, se sugiere caminar hacia la calle desde otra perspectiva, más allá de contemplar la imagen habitual del recinto estático desde la galería.